jornada de huelga

La jornada de huelga de mujeres de ayer fue un éxito. No se paró el mundo, pero casi, casi. En la práctica totalidad de los trabajos faltaban ellas y bien que se ha notado su ausencia. En este periódico también, por supuesto, y como muestra está la edición reducida de hoy al ser imposible, sin nuestras compañeras, elaborar el mismo producto.
Confío en que esta protesta singular y masiva sea el punto y seguido a una reivindicación que no debe cesar nunca, porque la igualdad requiere de la movilización permanente y en este caso no solo se trata del compromiso de una parte de la sociedad, sino del conjunto de la ciudadanía para conseguir que en los hogares niños y niñas sean tratados por igual, sin distinción de sexo y que cada uno asuma las obligaciones y deberes que le corresponden en función del reparto de tareas que se acuerde y que se pacte en el seno de cada unidad familiar, porque la clave está en la educación desde la cuna.
Muchos de nosotros nos hemos sumado a concentraciones y manifiestos, en la parte de atrás y en segundo plano como corresponde, en lo que no deja de ser una declaración de intenciones políticamente correcta, que queda vacía de contenido si no lleva implícita una serie de actos en la vida cotidiana que así lo corroboren. La movilización de ayer supone un paso esencial para condenar la desigualdad salarial, que el ascenso a puestos directivos en el ámbito profesional sea algo natural o que en el apartado doméstico no haya servidoras y servidos. Mientras esto no llega, la discriminación positiva es un elemento fundamental porque aporta visibilidad y permite la demostración de la valía de cada cual.
No quiero ni mencionar los comentarios de todo tipo que he escuchado a lo largo de los últimos días de algunos hombres y pocas mujeres, más de los que me gustaría, acerca de la conveniencia o no de este paro. Ya se lo imaginan ustedes, porque seguro que les ha pasado algo similar. Al principio pensaban que era cosa de cuatro feministas radicales y no se lo tomaban en serio, después creyeron que el llamamiento a la huelga quedaría en saco roto y cuando se dieron cuenta de que se trataba de un movimiento imparable y transversal, algunos aceptaron pulpo como animal de compañía apelando al derecho al trabajo de quien no ha secundado la huelga y cosas por el estilo.
A mí, cualquier opción elegida libremente me parece bien. En el ámbito profesional, como comprenderán, me preocupaba la organización del trabajo y admito sin que se me caigan los anillos que ha costado mucho y no porque los que nos hemos quedado haciendo el periódico no tengamos capacidad, ni mucho menos, sino porque ellas, las trabajadoras, son un elemento imprescindible.
Aquí lo hemos notado y creo que ustedes también, tanto en el trabajo como en sus casas. No nos queda otra que avanzar hacia una sociedad de iguales porque es de justicia. Y si alguien lo quiere ver de forma egoísta, que recuerde lo sucedido ayer y actúe en consecuencia, es decir, con respeto a las personas. Las organizaciones convocantes hablaban de parar el mundo y en cierta medida lo han conseguido. El motor no se detuvo del todo, de hecho continuó su marcha al ralentí, pero hasta un iluso se daría cuenta de que sin ellas acabará gripando. 

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