No son charcos, son cloacas

el nuevo Gobierno despacha el asunto con un “son cosas de hace años”, lo mismo que dijo el Gobierno anterior para responder a los desmanes de la corrupción en su partido.
Jo, tíos, uno cree que todavía está encendida la lucecita de El Pardo, donde se dejó todo atado y bien atado. Y si hablamos de dinero –para muchos es una grosería, claro– volando, las promesas de luz y taquígrafos igualan a PP y PSOE.
Las listas de los estafadores no se tocan. ¿Por qué? ¿Quiénes son, señor Sánchez, los que usted oculta? ¿Dónde quedan aquellas declaraciones donde señalaba a la banca y al poder de cierta prensa, como los mayores enemigos de la democracia y la verdad (ahí están en las hemerotecas su entrevista con Evola en La Sexta) que ahora se vuelven contra usted.
Y volvamos al asunto principal: un comisario, que está en la trena, reconocido como un miembro destacado de las llamadas cloacas del poder, recogió en grabaciones confidencias y pecadillos de jueces, políticos y empresarios durante veinticinco años de la historia de España. Es una indecencia, de acuerdo pero ¿y si es verdad…?
En el fondo lo que ahora se dice, grabación por medio, es que Juan Carlos I usó a su amiga Corinna como testaferro para ocultar patrimonio a través de un primo y con final feliz en un banco suizo.
Añade a este relato que el Centro de Investigación (los espías, vamos) se metió por medio y que el conoicod empresario Villar Mir está metido en el lío, como –se supone por las cintas de vídeo– paganini de las comisiones.
Y, con todo este sindios montado, desde el Gobierno repiten lo que decía el otro (son cosas del pasado) y añaden que la Ley de Secretos del Estado protege el material sobre seguridad nacional ¿?, como si un asunto de faldas, comisiones y dinero negro pusiera en peligro Ceuta y Melilla, las Canarias y las fronteras del Miño.
Suelen añadir que la monarquía es inviolable. Resulta que lo único que se puede violar en este país son los derechos de los ciudadanos.
Esta historia, otros brochazos sobre las cloacas del poder, recuerda que el excomisario, hoy en el trullo, siempre intentó desplegar sus redes sobre la judicatura y una de sus empresas pagó cursos y conferencias a jueces y fiscales (“El País”, edición del domingo pasado). Continúen atentos al asunto, pero, por favor, tápense la nariz. Son cloacas, no charcos.

No son charcos, son cloacas

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