Testimonios de la posguerra

racias al regalo de un buen vecino pude sumergirme, este fin de semana, en la lectura de un escalofriante libro e imaginarme la cruda realidad por la que pasaron miles de personas durante la guerra civil y su posguerra. “Las cartas de la Pirenaica: memoria del antifranquismo”, con sus más de 500 páginas, es una amalgama de más de 15.000 cartas leídas en Radio España Independiente entre los años 1941 hasta 1977.  
Era la única emisora española sin censura de Franco y los oyentes informaban, a través de sus cartas, de aquello que habían visto y padecido y que los demás medios de comunicación no habían querido publicar. Estas cartas constituyen auténticos testimonios escritos de personas que se desnudan emocional y espiritualmente. Historias de heroísmo, de solidaridad, de fosas comunes, prisiones y de sufrimiento. Todas ellas contienen un alto grado de frustración en el legítimo deseo de llevar una vida digna.   
Merece la pena leer los estremecedores relatos de algunas víctimas. “Durante los días de liberación las calles y plazas se llenaron de cadáveres. Como eran tantos y no daba tiempo a abrir las fosas para ser enterrados fueron quemados en piras junto a las tapias del cementerio. Entraban en las casas y sacaban a los hombres, y cuando se negaban eran fusilados en presencia de su mujer e hijos”. 
En la publicación se constata que durante mucho tiempo se ocultaron los numerosos crímenes de tipo sexual cometidos en la guerra y en la postguerra contra mujeres del bando republicano. La violación se tapaba con el asesinato y las agresiones quedan impunes.  En 1936, el general Queipo de Llano incitaba a atacar a las mujeres: “Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar, por mucho que berreen y pateen”. 
Demasiadas vejaciones dejaron los vencedores de la contienda, entre españoles: “recorra todas las provincias españolas y pregunte a las viudas dónde están enterradas sus maridos y a los huérfanos sus padres y a los padres dónde sus hijos. Un día no habrá suficientes divisiones acorazadas para sujetar el empuje. Un coro de ultratumba, del monte, del río, de la cuneta, de la sima, le estará gritando día y noche: ¡nosotros estamos aquí!”.

Testimonios de la posguerra

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