EVOLUCIÓN

La rebelión de los esclavos fue el principio del fin del imperio romano. La revolución francesa eliminó la monarquía, la aristocracia, y sus privilegios. La revolución bolchevique rusa consiguió lo mismo sin guillotina.
En todas hubo sangre por medio, y hasta, como en la francesa, dolores de cabeza. Pero fue necesario para acabar con la esclavitud y explotación de la clase trabajadora. Es cierto que todavía hay fallos que solucionar, pero todo se andará.
Ahora se nos presenta la ocasión de mandar al carajo a la nueva estirpe de aristócratas –los políticos de partidos tradicionales– que se reparten el poder alternativamente, disfrutan de él, y logran que la clase trabajadora no prospere.
Y podemos hacerlo sin derramamiento de sangre, porque no se trata de emplear la violencia contra ellos, sino la inteligencia y la unión del pueblo para conseguirlo.
Ahora, si queremos liberarnos: Podemos. Sin miedos a nada.

 

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