Complicado pero no imposible

Cuando en un país, como pasa ahora en España, se suceden las especulaciones y se vive la política a un ritmo de vértigo, es porque se carece de estabilidad; incluso de centralidad. Y en un país en el que en solo cuatro años ha pasado de todo y más –Podemos, cambio de rey, alcaldes rupturistas, bloqueo institucional, decapitación del líder de la oposición, pacto antinatura para que gobernase Rajoy, Cataluña al borde de la independencia, caída del eterno Mariano, resurrección de Pedro Sánchez– todo sigue abierto. Pero tal vez no tanto como para tener otros cuatro años de vértigo. ¿Por qué razón? Por un doble motivo: la economía sigue mejorando y los dos grandes partidos pueden recuperar la centralidad. Ya no es para ninguno de ellos un objetivo imposible. España no va a parecerse a Suiza pero tampoco a Italia. Menos aún a Grecia o a Venezuela. España sigue con muchos problemas –desigualdad, precariedad, pobreza...–, pero ya no hay nada que no pueda arreglarse o, cuando menos, encauzarse.
Si bien puede pasar de todo, no parece previsible que lo sucedido en los últimos cuatro años se vaya a repetir. El PP y el PSOE no están acabados, Podemos y Ciudadanos lo tienen difícil y la Unión Europea puede contribuir a ello de manera decisiva. ¿Por qué? Por una sencilla regla: si hay más Europa, que es lo probable a partir del consejo de este mes, habrá menos populismo de izquierdas y de derechas, y menos independentismo populista. No se trata, por tanto, de que vayan a desaparecer los populismos de Europa, tampoco los independentismos, pero sí de que se resitúen en su dimensión. ¿Puede la UE conseguirlo? Si quiere Alemania, sí. Una nueva política a través del Banco Central Europeo y de Bruselas con más presupuesto contribuirá decisivamente a la estabilidad social y política. No lo veremos en un mes ni en dos, pero si Alemania asume los riesgos que corre si no apuesta por más Europa, todo irá a mejor para todos, y no solo para Alemania.
España, generalmente europeísta, se ha descolgado esta vez del debate que se da en Bruselas –en realidad, léase Berlín y París–, pero Pedro Sánchez no tardará en darse cuenta, del mismo modo que hemos visto como han hecho lo propio el presidente italiano o el jefe de Gobierno de Portugal. La tensión secesionista tampoco será ajena a este debate. En Cataluña siempre hubo y seguirá habiendo independentistas pero a partir de ahora tal vez veamos menos independentistas populistas. Por extraño que resulte vuelve la hora de los grandes partidos: del PSOE y el PP en España, del PNV en Euskadi, de ERC en Cataluña, incluso del BNG en Galicia, pero no solo por ser grandes o genuinos, sino por ser realistas.
Todo lo que ha pasado tenía que pasar tras una crisis de un calado extraordinario –una recesión histórica–, pero a medida que las aguas vuelvan a su cauce todo se calmará. Con coletazos, con sobresaltos inesperados, con tensiones... indudablemente que sí, pero aquí, el que más y el que menos sabe ya dos cosas: Podemos no liderará el Gobierno de España –a lo sumo lo condicionará– y Cataluña no será independiente. Podrá tener otro estatus, podrá conseguir ciertas cosas, pero no estará fuera de la UE. Todo sigue estando complicado, nadie lo duda, pero por terminar con un mensaje claro: el PSOE no es el Pasok y España no es Grecia. Con la misma modestia que ahora, algunos ya lo aventuramos hace tiempo.  

 

 

Complicado pero no imposible

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