Un plan para el monte

 

Miles de hectáreas calcinadas, cuatro víctimas mortales, cientos de personas evacuadas, viviendas arrasadas, familias que lo perdieron todo... Es el paisaje desolador que queda después de la tragedia, como los “campos de soledad, mustio collado” que describió el poeta Rodrigo Caro ante las ruinas de Itálica.

Los gallegos, desbordados por tanta desgracia, se preguntan con rabia “quen foi” y el presidente de la Xunta sostiene que los causantes del fuego son “terroristas incendiarios que saben hacer el mayor daño posible”. Comparto su opinión.  

En 2006, cuando Galicia fue arrasada por aquella ola de incendios escribí que “nadie con sensatez atribuye el origen de los fuegos a los rayos, al descuido ocasional o a la maldad del campesino; esta plaga responde a una actividad criminal desaforada que, en palabras del conselleiro de entonces, fue planificada seleccionando días, lugares y horas para crear el mayor desconcierto, gran alarma social y un daño inmenso e irreparable a nuestro medio natural”. Lo dicho ahora por el presidente Feijoo me lleva a pensar que también comparte este párrafo escrito hace once años.  

Ahora procede llorar y enterrar a las víctimas, apagar los fuegos y ayudar a los damnificados. Y después investigar a fondo para saber quiénes son esos terroristas que, coordinados o no, causaron un daño económico y ecológico irreparable y también un daño inmenso a la imagen de Galicia que abrió todos los informativos. Por todo eso esta tierra necesita descubrir a los criminales, llevarlos ante la justicia y que caiga sobre ellos el peso de la ley.  

Dicho esto, urge un plan estratégico que reorganice y ponga a producir el monte para que genere riqueza para Galicia. Ese plan trasciende legislaturas y partidos y necesita el acuerdo de los grupos políticos que deben buscar el apoyo de los técnicos –Galicia tiene tres universidades–, la colaboración de los propietarios y la implicación de toda la sociedad.

Por eso sería un error que los políticos utilizaran esta desgracia para zurrarse en una refriega parlamentaria, como es un error que la oposición resucite el “nunca máis” culpando de todo a los populares. Los incendios fueron un problema para los gobiernos de la izquierda y de la derecha y las manifestaciones callejeras nunca acabarán con ellos.  

Después de cincuenta años de cenizas sobre nuestras cabezas, ¿es mucho pedir a los políticos que piensen en Galicia y soluciones este problema a las próximas generaciones?

 

Un plan para el monte

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