¡Por la gloria de mi madre!

 

En un programa de televisión preguntaron a una joven aspirante a Miss “qué es lo primero que pides al hombre que quiera conquistar tu corazón”. Sin pensarlo ni un segundo, la muchacha contestó que “lo primero que pediré a ese hombre es que me haga reír, que me ayude a desconectar de esta realidad que me bloquea”.
No puedo estar más de acuerdo con ella porque desde hace unos años los españoles reímos poco, estamos perdiendo el sentido del humor como filosofía de vida y mecanismo de defensa para relajar las situaciones adversas de la realidad prosaica. Los gallegos hasta perdemos la retranca, una de nuestras señas de identidad
Unos minutos después de escuchar a esa joven, la misma cadena de televisión informaba de las honras fúnebres para despedir a Chiquito de la Calzada, un artista que revolucionó el universo del humor y cautivó e hizo reír a todo el país con sus chistes sencillos, con su lenguaje corporal –el humor era él mismo– y con su vocabulario surrealista.
Llevo años en este oficio de la comunicación y pocas veces encontré tanta coincidencia, y unanimidad en la valoración de un personaje público. El rey, el presidente del Gobierno, líderes políticos de la izquierda y la derecha, artistas y humoristas, Policía y Guardia Civil, referentes sociales y todos los medios de comunicación lamentaron la pérdida de una persona entrañable y un humorista genial que nos obsequió con tanta alegría y, en palabras de su colega y amigo Manolo Medina, “era como nuestro médico, el que nos quitaba las penas, era risa pura”. Su figura generó el gran consenso nacional que ahora parece imposible alcanzar en los ámbitos político y social, justo cuando más falta hacía.
¡Que veinte años no es nada!, cantaba Gardel, pero en este tiempo la sociedad española cambió mucho, sigue aturdida por las secuelas de la crisis económica y ahora por Cataluña, está dividida y crispada, valora más el ruido que el silencio, el grito que el diálogo, se resucitan los fantasmas del pasado y se levantan banderas que abren trincheras de odio. Volvemos a las andadas porque nos falta el humor que, dice José Mota, es como el hilo que cose lo que nos separa, el abrazo que nos falta.
Por eso, ya echamos en falta a Gregorio Sánchez encarnado en Chiquito, el símbolo identitario que tanto nos hizo reír en la España de los 90 con su humor, ejemplo del respeto, la tolerancia y la concordia que nos hacían falta hoy. “¡Por la gloria de mí madre!”.

 

¡Por la gloria de mi madre!

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