“Nos quedamos…”

Las dos palabras que encabezan este comentario pertenecen al lacónico SMS que el presidente Feijoo envió a su círculo íntimo minutos antes de comunicar públicamente su decisión de quedar en Galicia y su renuncia a ir a Madrid para liderar el partido.
Que yo sepa, el presidente nunca habló de desembarcar en la capital, ni se le vio emocionado con esa idea, aunque no le disgustara que le nominaran para presidir el PP. Ese discurso fue una construcción de la oposición gallega -“vostede ten a cabeza en Madrid”, le decían en las sesiones de control- y de sus conmilitones del PP con importante ayuda mediática, que respondía a los deseos de la propia oposición de librarse de un rival imbatible y a los intereses de muchos próceres populares que veían en él la tabla de salvación de esa formación. Por algo ahora le cortejan todos los candidatos a dirigirla.
Anotado esto, no hay por qué dudar de su compromiso con Galicia y de su fidelidad reiterada al pueblo gallego, razón que alegó para quedarse. Cumplir la palabra dada es una muestra de coherencia y debería ser norma de comportamiento, aunque en política suele ser la excepción.
Lo importante para los suyos –y para muchos gallegos– es que se queda y seguro que en el proceso de decisión el presidente se valió del método tradicional que utilizamos para resolver dudas importantes: escribir los pros y los contras de cada alternativa y después consultar con la almohada, que es como una antorcha que nos ilumina de noche para ver con claridad por la mañana lo que pide la mente y conviene al cuerpo.
Claro que la mejor antorcha es tener buena información. En Memorias de Adriano, una de las obras bellas del siglo pasado, Marguerite Yourcenar pone en boca del emperador que él mismo “preveía con bastante exactitud el porvenir, cosa posible cuando se está bien informado sobre la mayoría de los elementos del presente”. En este caso, los elementos del presente que conoce el presidente son que su partido ahora, más que un líder, necesita un “mesías” que después de limpiar puede acabar crucificado. Y atrae poco tener que librar un duelo desigual con los más resabiados y retorcidos del aparato y ser inmolado después por hechos pasados pendientes que fueron responsabilidad de otros.
Lo decía con gran plasticidad O Carrabouxo en una viñeta en la que el presidente Feijoo anuncia en televisión: “E a miña decisión é: o que comeu a carne que roa os osos”. Genial. También por eso, “nos quedamos…”.

“Nos quedamos…”

Te puede interesar