La censura en Sobrado

 

sobrado dos Monxes recibe el nombre del milenario cenobio de Santa María, el mejor ejemplo de barroco gallego, y el concello, además del monasterio, tiene más riqueza monumental y una belleza paisajística singular que contrastan con sus carencias, que reproducen a escala los problemas de la Galicia rural.
Es este uno de los concellos con mayor coeficiente emigratorio -se fueron todos los jóvenes-, lo que explica el descenso y envejecimiento de población y cientos de aldeas abandonadas. En economía, del sector primario quedan algunas explotaciones ganaderas y el cultivo de huertos para autoconsumo; la industria casi no existe y el comercio es irrelevante. Todo indica que el municipio se irá consumiendo lentamente hasta que el último pensionista apague la luz.
En este escenario apocalíptico, común a muchos concellos rurales, acaba de producirse la segunda moción de censura de la legislatura y no sé si las condiciones políticas variaron tanto como para cambiar el segundo gobierno o si hay que enmarcarla en la más pura tradición del minifundismo político galaico.
Sin conocer todas las claves, no es arriesgado afirmar que los tres grupos que forman la Corporación tienen más puntos en común que diferencias sobre el “modelo” económico y social del concello que quieren. Por eso sostengo que prestarían mejor servicio a los vecinos aunando esfuerzos que dispersando energías en una lucha descarnada por el poder para, al final, acabar repartiendo la miseria.
Dicho esto, las mociones de censura son legítimas. Pero solo se justifican -ésta también- si son un revulsivo para abrir cajones, resolver expedientes, mejorar vías de comunicación e implantar las políticas posibles de saneamiento; para ayudar a los pocos emprendedores, a las asociaciones, alguna muy activa, e impulsar la cultura; para revitalizar servicios sociales que al menos mitiguen la soledad de los ancianos que solo tienen como compañía el silencio sobrecogedor de aquellos parajes.
Sin olvidar erradicar las corruptelas, si las hay, y el caciquismo, que nunca acaba de irse y es vulnerable si aplican la leyenda de una pintada aparecida en la plaza del pueblo: “Caciques, ó carallo”. Una síntesis de filosofía galaica.
En Sobrado, igual que en casi todos los concellos del rural, la ideología partidaria es lo de menos. La clave está en que los políticos, con o sin moción de censura, gestionen bien los recursos, siempre escasos, para mejorar la vida de los vecinos.

 

La censura en Sobrado

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