Un trabajo decente

La precariedad laboral sigue siendo una norma frecuente a la hora de ofrecer o aceptar un puesto de trabajo. Los datos estadísticos, que siempre son difíciles de cuantificar, hablan de que un importante porcentaje de la población trabajadora, sobre todo los más jóvenes, están enganchados a unos contratos laborales en los que la precariedad y la condiciones son, en verdad. leoninas y no asumibles en otras épocas, pero que siguen siendo una especie de norma no establecida y de obligado cumplimiento.
Hace ahora cuatro años que un amplio colectivo de entidades e instituciones, civiles y religiosas, han constituido una plataforma por el Trabajo Decente, para sumarse a la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, que este año se celebra el próximo domingo día 7. El origen de esta reivindicación mundial estuvo en el llamamiento que hizo Juan Pablo II en el Jubileo de los Trabajadores, siguiendo una iniciativa de la Organización Internacional del Trabajo. La propuesta busca dar cuenta del número de personas sin trabajo, con trabajos precarios, con horarios incompatibles con la vida familiar y personal, con ocupaciones no reconocidas, que sueñan con un empleo con derechos que les permita llevar una existencia con sentido. Los convocantes, a los que año tras año se suman más colectivos que defienden un trabajo digno para las personas, buscan sensibilizar y visibilizar la importancia de extender en la sociedad la defensa del trabajo decente. Y favorecen estas dinámicas sobre una cuestión central en la sociedad y esencial para la vida de millones de personas: el trabajo humano decente.
No podemos olvidar que cuestiones como una remuneración insuficiente para una vida digna, unas condiciones laborales que dificultan la consecución de un proyecto vital a largo plazo o la vulnerabilidad de la persona ante un retroceso en derechos laborales, son el rostro visible de una economía donde la persona es un mero instrumento que se utiliza en función de los intereses del mercado. El actual sistema configura una sociedad donde el trabajo no es un bien para la vida sino un instrumento al servicio del capital por encima de la persona, y donde la deshumanización sitúa a los trabajadores en una peligrosa situación de vulnerabilidad y exclusión social. El Trabajo Decente forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible definidos en la Agenda 2030 aprobada hace dos años por Naciones Unidas, “es un elemento imprescindible para la justicia social y la cohesión de toda la humanidad”, se señala desde este organismo mundial.
Es fundamental luchar contra el trabajo no declarado, la economía informal, el fraude fiscal y los paraísos fiscales. Y es fundamental establecer una sólida base jurídica de derechos laborales porque si no se hace implicará seguir viviendo de forma permanente en un turbulento mar entre la economía sumergida y el trabajo precario. De la importancia de esta Jornada dan cuenta las adhesiones que se han ido sumando. Y para terminar con este tema, en verdad muy preocupante, recordar la carta pastoral publicada por el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, en la que defiende el derecho de toda persona a tener un trabajo decente, señalando también que no cabe la discriminación de la mujer.

Un trabajo decente

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