Tiempo de pasión

Los de mi generación –pertenezco a la cosecha del 47– en los años sesenta y hasta mediados de los setenta, vivimos una Semana Santa muy distinta a la actual. En aquellas fechas la diversión estaba totalmente anulada: cerraban los cines, las cafeterías, los bares y todos los lugares en los que sonaba música o se podía bailar. El paseo con los amigos por la calle principal de tu ciudad o pueblo, o acompañar a la familia a visitar las iglesias, asistir a los oficios, o las sesiones de intensa actividad litúrgica, eran las únicas propuestas de que disponíamos. Aquello de viajar era un coto muy reducido para un núcleo muy pequeño de personas.
Hoy en día la Semana Santa, el tiempo de pasión, tiene múltiples caras. Descartando la religiosa, la actual puede tener distintas aristas: social, cultural o viajera. Son tiempos de pasión muy distintos pero que inciden en la vida diaria y cotidiana de todos nosotros. Los pensionistas, entre los que me encuentro, mantenemos nuestro tiempo de pasión a la espera de que el Gobierno mueva ficha. La semana pasada en mi comentario dejaba bien a las claras mi posición en el tema. Tengo que reconocer que a través de las redes he recibido numerosos escritos. Los que se sumaban a mi posicionamiento eran cuatro veces superiores a los que criticaban de alguna manera mi forma de pensar.
Los catalanes independentistas y separatistas mantienen su pasión, pero intentando que entre todos los españoles que creemos en una España unida les ayudemos a llevar con nuestros dineros la pesada cruz de una rebelión, de un secesionismo que no conduce a parte alguna. Siguen con los ojos tapados y sin ver la salida del túnel en el que se han metido y que cada día que pasa mantiene a más políticos presos –la detención de Puigdemont encabeza la de los prófugos y huidos a la acción de la Justicia–por intentar dar un golpe de mano a nuestro Estado de derecho. La pasión catalana se está recrudeciendo con violencia en las calles. Los enfrentamientos entre independentistas/antisistema y fuerzas de seguridad son casi diarios. El tema es preocupante
El colectivo de los funcionarios, que para muchos es más envidiado que odiado, ha comenzado a mover los tentáculos de la reivindicación. Por el momento lo están haciendo desde sectores concretos, pero no tengo duda de que no tardará mucho en que su propia pasión se mueva para recordar al Gobierno central y a los autonómicos, que llevan demasiado tiempo con el sueldo congelado y que cuando hay que apretarse el cinturón es a ellos a los que les hacen un agujero más, y no a los políticos y sindicalistas, que siguen viviendo con cargo a los Presupuestos Generales. Esas cuentas que están ya en marcha y de las que se dice que son extensivas y sociales –pensionistas y funcionarios se llevan la menor/mejor parte– inicialmente le están costando mucho trabajo a Rajoy a fin de sumar apoyos para que puedan ser aprobadas. Qué duda cabe que estos son algunos tiempos de pasión que tiene sobre sus hombros de porteadores el Gobierno. Rajoy y sus “apóstoles” del Ejecutivo tienen que dar soluciones. Seguir mirando hacia la esquina contraria lo único a lo que les conduce es a que el “vehículo” de la reivindicación les pase por encima.

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