El máster de la discordia

debo reconocer que en los últimos años nunca oí hablar tanto de un máster como en los últimos días. Yo que soy de los que hago tres comidas normales y dos de relleno al día, cada vez que disfruto de una de ellas suelo poner la televisión o escucho la radio.
En cualquiera de estos medios parece que no hay otra cosa más importante en nuestro país –¡¡con la que está cayendo!!–, que hablar de si hubo fraude, que bien puede rozar lo delictivo y prevaricante, sobre la forma de realizar su máster la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. Bueno lo de realizar, según todo lo que se va sabiendo, parece un eufemismo de gran calado por parte de la política que tiene despacho en la Puerta del Sol.
En relación con cursar un máster voy a poner dos ejemplos que me tocan muy de cerca. Uno de ellos está relacionado con la persona con la que comparto mi vida desde hace más de cuatro décadas que cuando hizo un curso de postgrado de gran calado y faltó unos días por culpa de una dolencia, tuvo que llevar el parte de baja médica y una certificación. De no hacerlo no se le computaría el tiempo de presencia y no podría llegar al tope establecido del 80 por ciento de asistencia, lo que implicaba que no recibiría la titulación correspondiente.
Y el otro ejemplo es el de mi hija que hizo dos másteres y le ocurrió otro tanto. De ahí que siga sin poder entender, ni lo entienden los cientos de universitarios de la Juan Carlos que salieron a la calle para protestar por la degradación que sufre esa Universidad, cómo una política que no precisa el máster para ejercer su cargo se empecina en que se lo reconozcan. Le recuerdo que para un cargo de elección o designación digital no se exige disponer de ninguna titulación. El currículo se hace a base de trabajar para un determinado partido político donde para entrar no se exigen credenciales universitarias…
Por más vueltas que le doy sigo sin saber cómo la señora Cifuentes se sigue aferrando al sí por el sí de haber realizado el máster cuando las pruebas, bastante concluyentes, que se van conociendo parece que dicen todo lo contrario. La razón que pudo tener en los primeros momentos se convierte en una sin razón cuando la carga de la prueba está dejando a la luz que es todo lo contrario de lo que nos ha venido contando, con cambios de humor incluidos, amenazas de querellas, intentando matar al mensajero, y buscando adhesiones multitudinarias.
Cuando escribo este comentario la tensión alcanzaba su punto más elevado. No sé lo que puede pasar en las próximas horas pero creo que Cristina Cifuentes tiene que dejar el cargo, si realmente cree en lo que predicaba sobre la regeneración de la clase política. La vuelta a la casilla de salida es imposible. Las pruebas son bastante elocuentes y en su caída puede que arrastre a más personas vinculadas con la Universidad. El máster será el detonante para dejar de presidir el Gobierno autonómico. Son paradojas de la vida. Así es la política.

El máster de la discordia

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