Bastón de mando

La política hace siempre extraños compañeros de viaje, pésimos acompañantes de iniciativas y desastrosos amantes de camas múltiples y revueltas en las que muchas veces los tríos se convierten en auténticos paradigmas de una situación que se llega a descontrolar .

Y todo ello motivado por el afán de levantar el bastón de mando del Concello o la Diputación como signo de ser la persona más importante en la institución, sin que cuando lo levante se dé cuenta, o no quiera darse, de los riesgos que comportan los raros compañeros de cama, infieles por naturaleza, que muchas veces hacen que las instituciones públicas se conviertan en auténticos camarotes de los hermanos Marx.

El ejemplo más claro de todo lo que les he comentado se ha dado en mi tierra natal, Ourense, donde dos rivales políticos, Manuel Baltar hijo, y Gonzalo Pérez Jácome, que se han dicho de todo menos bonitos a lo largo de los últimos ocho años para que ahora compartan poder-municipal y provincial- con  el bastón de mando que significa la auténtica aberración de que  los intereses personales siempre están por encima de los políticos, que deberían de ser los que primaran en aras de proteger y defender a los  electores, que son los que les otorgan la posibilidad de poder lanzar al aire, como si de una marioneta de trapo se tratase, el bastón de mando. Una vara que les concede la total impunidad para manejar esa política caciquil en la que no se premia el esfuerzo del trabajo realizado, o que se promete realizar, sino la posibilidad de manejar los votos entregados en las urnas que se presentan como arma arrojadiza y moneda de trueque para conseguir el objetivo final: seguir instalado en los mandos del poder para hacer de la política de ayuda y participación ciudadana su feudo o reino de taifas.

Si me detengo más en las alcaldías conseguidas por este método en verdad que me alporizaría de ver como los votos de los ciudadanos no sirven para que una opción política o agrupación electoral defienda sus intereses, sino para que los vividores de la política antepongan los suyos que son seguir amarrados al sillón de mando y no bajarse del coche oficial. Dos prebendas a las que es muy difícil renunciar ¡Mi poder por un bastón de mando! Hubo un rey que lo ponía a disposición de quien le entregase un caballo. A todo se llegará

Bastón de mando

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