Algo huele a podrido

resulta que ya cada vez se vendenUna ciudad es lo que ven sus visitantes, es lo que sienten al recorrerla, y es lo que les envuelve en un momento determinado para decidir si el contorno y entorno arquitectónico reúne las condiciones para recomendar a sus amigos que la visiten. Del olor que desprende el conjunto del casco monumental nada se dice, pero qué duda cabe que es un serio inconveniente cuando el visitante lo denota.
Me temo que este principio se cumple en lo relativo a Santiago de Compostela, ciudad Patrimonio de la Humanidad. A su alcalde, Martiño Noriega, y al equipo municipal parece que no les preocupa que los visitantes cuando abandonan Compostela se lleven un concepto erróneo en cuanto a lo que a limpieza se refiere.
Hace ya mucho tiempo que las zonas perimetrales de la parte antigua, la que nos rodea con monumentos que dejan impresionados y en ocasiones extasiados a los visitantes, aparecen repletas de basura sin que los servicios de limpieza hagan el trabajo para el que están contratados.
Es constante el olor a orines y a podredumbre y da la impresión de que las bolsas de basura y los contenedores totalmente desbordados forman parte de la zona monumental. Todo ello es un mal ejemplo para los que vivimos en la ciudad y los que la visitan.
Estimado alcalde le recuerdo que gestionar los dineros públicos es hacerlo en beneficio de todos los ciudadanos, incluido yo, que somos los que con nuestros impuestos le pagamos su suculento sueldo que en verdad lleva más de tres años cobrándolo sin merecérselo.
Me da la impresión, señor Noriega, que aún no se ha dado cuenta de que Santiago de Compostela vive fundamentalmente del turismo. De esos turistas a los que les gusta llegar a una ciudad y comprobar que está limpia y cuidada. Cosa que no ocurre en Compostela.
Hoy en día por su negligencia y la de los demás miembros del equipo de Gobierno municipal, seríamos merecedores de que retiraran el nombramiento de ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Creo, señor alcalde, que su nefasta gestión ha llegado a límites insospechados. Soy de los que pienso que en nuestra ciudad huele demasiado a podrido… Por qué no se hace un favor y se lo hace a los que estamos orgullosos de vivir y pagar nuestros impuestos en Santiago: ¡Váyase!, seguro que nadie lo echará de menos.

Algo huele a podrido

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