Tiempo y poder

Según parece, una duración excesiva de los cargos perjudica a la sociedad. Como escribió acertadamente Montesquieu, “EL hombre está siempre más ávido de poder a medida que lo tiene más tiempo”. 
Es decir, quien tiene una visión instrumental del poder, quien sueña con tener más poder, quien sólo vive para incrementarlo y exhibirlo con ocasión o sin ella, traiciona gravemente las legítimas expectativas de los ciudadanos y puede llegar a olvidarse de los grandes bienes que se pueden conseguir a través de un recto y ordenado ejercicio del poder. “No hay que fiarse nunca de un poder demasiado grande” (Tácito).
En este sentido, son bien famosas las palabras de Lord Acton de su carta al obispo Mandell Creighton el 5 de abril de 1887: “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. 
Sí, el poder  tiende a corromper al hombre. Por una simple razón: o se usa para alcanzar el bien general de los ciudadanos, o se usa, más o menos disimuladamente, para el propio bien personal, del grupo o de la facción. 
Además, en el proceloso mundo del poder existen numerosas ocasiones para el enriquecimiento personal y para forjarse una determinada imagen, pues como escribió Revel, “la primera de todas las fuerzas que dirige el mundo es la mentira”. 
 Normalmente, cuando hay dinero de por medio, sólo las personas con una sólida vocación de servicio público resisten la tentación del enriquecimiento fácil. 
Como escribió Dumas –hijo– “el dinero es el dinero;  cualquiera que sean las manos en que se encuentra. Es el único poder que no se discute  nunca”. 
@jrodriguezarana
 

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