Libertad e ideologías cerradas

La libertad ha sido y es en Occidente -y podría quizás decirse hoy que en el mundo entero- uno de los valores clave que ha guiado la vida política a lo largo de todos los tiempos, pero de forma particularmente intensa y consciente en los dos últimos siglos. Es más, hay autores que han considerado que la historia universal no es más que una historia de la lucha de los individuos y los pueblos por la consecución de su libertad.
El liberalismo afirma que la libertad es sólo libertad del individuo y que no puede ser de otra manera, ya que el ámbito propio de la libertad está en la conciencia y en la voluntad del individuo. Por lo tanto toda pretensión de conseguir libertades colectivas o la búsqueda de una libertad abstracta, social, desligada de la realidad concreta, singular, desligada del individuo, que es el hombre realmente existente, es una entelequia. La libertad no es más que las libertades de cada uno, individualmente.
La aplicación de los criterios liberales a la vida social, en la búsqueda de la absoluta libertad del individuo, fue ocasión para los horrores de la explotación del capitalismo inicial, de los que son representación aquellas estampas inglesas del siglo XIX, en las que la miseria hace presa en los poblados y extensos suburbios de las grandes capitales industriales. En buena parte, en aquella evidencia está la explicación de universales reacciones contra los abusos del capital, que lleva a paulatinas correcciones de los criterios políticos liberales, y también al nacimiento de nuevos modos de entender la vida política y social, particularmente del socialismo. Hoy, sin embargo, también el liberalismo excaerbado, aparece, y con fuerza, bajo formas de populismo bien conocidas. 
La libertad para el socialismo consiste en la liberación de una opresión, de una alienación. No hay ni puede haber nadie libre mientras exista una estructura opresiva, y la estructura opresiva fuente y origen de todas las demás es la propiedad privada, por ello la tarea revolucionaria consiste en abolirla. La conquista de la libertad social preconizada por el socialismo se hizo a costa de las libertades reales, los derechos y las vidas de las personas y desde el poder despótico y tiránico de Lenin y Stalin y de la gerontocracia que los sucedió. Hoy, sin embargo, de moda bajo el ropaje populista en tantas latitudes, también en estos lares.
El espanto ante la tragedia de la experiencia comunista llevó a rectificaciones bien tempranas en las mismas filas del socialismo, produciéndose ya a principios de siglo XX, en Alemania, la abdicación de algunos de los principios fundamentales del pensamiento marxista-leninista, para intentar salvar, desde los principios socialistas las libertades que el régimen democrático liberal había traído.
Frente al exarcebado individualismo que promueve el liberalismo, a cuyo amparo se establecen explotaciones inhumanas de los trabajadores que dividen irremediablemente el cuerpo social; y frente a la uniformización colectivista propiciada por el comunismo, que arrasa la identidad de los pueblos, surge el nacionalsocialismo y el fascismo, para los que la libertad no es un bien individual ni universal, sino nacional. Para el fascismo el sujeto histórico único es la nación, y la única libertad posible y concebible es la libertad de la nación construida sobre el pedestal de su grandeza y su poder.
La conciencia clara de las brutalidades del nacismo y la derrota bélica del fascismo barrieron del mapa político, de modo inmediato en los países derrotados, y con más o menos celeridad en los países que no participaron en la contienda, los esquemas ideológicos sobre los que se habían establecido aquellos regímenes de opresión. De tal suerte que ya sólo se pudo llamar fascista -en un notorio abuso político de la expresión-a los comportamientos más o menos autoritarios o a las exaltaciones de carácter nacionalista.
Por último, el derrumbamiento del muro comunista hizo ver a las claras, a quienes aún no lo habían percibido, el yermo económico y social al que Rusia y los países satélites habían sido reducidos con la aplicación de la política soviética.
¿Significa esto que las ideologías han muerto?. Así debería ser pues la experiencia histórica es bien palmaria: la explotación capitalista, originada en el descarnado pragmatismo e individualismo; la devastación del nacismo y el fascismo, producto de un feroz nacionalismo; la opresión inmisericorde del comunismo. Sin embargo, ante la colosal manipulación y control social que hoy domina el mundo, las ideologías cerradas han vuelto de la mano de una colosal operación de control y dominación social. Otra vez habrá que empeñarse en la lucha por la libertad y los derechos humanos. Que poco aprendemos del pasado.
@jrodriguezaranaL

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