La financiación territorial

La financiación de los Entes territoriales siempre ha sido una cuestión polémica. Para unos, las Comunidades Autónomas y los Entes locales deben financiarse vía presupuestos generales del Estado. Para otros, la financiación es también una cuestión que afecta a las políticas públicas de los Entes territoriales y estos han de resolver el problema también a través de la participación en impuestos nacionales y a través de los ingresos que recauden gravando determinadas actividades. La realidad, sin embargo, nos muestra algo francamente negativo: los Entes territoriales siguen siendo, a pesar de los treinta años transcurridos desde la Constitución, fundamentalmente centros de gasto público que poco o nada quieren saber con la posibilidad de asumir políticas de ingreso. A todo ello, hay que añadir que siendo como es una cuestión que debiera resolverse en un espacio abierto, multilateral, entre las Comunidades Autónomas y los Entes locales, nos encontramos con que ello no parece posible porque ni siquiera algunas Autonomías son capaces de trabajar en esquemas de solidaridad y cooperación. A los Entes locales, no se sabe porque extraña razón, siempre se les deja fuera de los repartos o, en todo caso, lo único que se les permite es participar de las sobras del pastel autonómico.

La financiación de los Entes territoriales es hora de que empiece a plantearse en el marco que le es propio, que no es otro que el de un Senado realmente territorial con presencia de Comunidades Autónomas y Entes locales. Sin embargo, en lugar de caminar hacia la solidaridad y la cooperación, principios obvios de nuestro sistema constitucional de articulación del poder territorial, resulta que se impone, por razones parciales, mecanismos de bilateralidad que quiebran la esencia de un modelo territorial que se basa en la participación conjunta.

Es espectáculo al que asistimos abochornados estos días no es más que el reflejo de una manera egoísta de contemplar la realidad. Unos sólo se ven a ellos mismos en el espejo. Otros no quieren verse más que en la cúpula como sea. Y todavía hay quienes a lo único que aspiran es a reclamar una vuelta al pasado. Se piensa mucho en clave de parte sin asumir la conciencia de integrante de un conjunto. Se busca sólo mantenerse en el poder a como de lugar. En este contexto, la calidad de vida de los ciudadanos, como no sea la de los que están en el vértice, importa realmente muy poco. Se utiliza la reclamación o la reivindicación permanente al margen del sentido de responsabilidad porque resulta muy poco rentable la racionalidad o el sentido común. A todo esto, la ciudadanía asiste asombrada a un espectáculo verdaderamente lamentable en el que al final, lo de menos es si los servicios se van a gestionar mejor o peor. Por mucha “tajada” que se saque de la financiación, algunos destinan el dinero público a la imposición de un modelo cultural y social con toda clase de medios y sin reparar en gastos. 

La financiación territorial

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