Europa y EEUU (y II)

Con frecuencia, desde la vieja  Europa se renuncia a la propia identidad desde un pensamiento débil y desde una tolerancia negativa que está liquidando las señas de identidad que tanto asombraron al mundo siglos atrás cuando se abolió la esclavitud, se apostó por la democracia, se terminó la arbitrariedad-al menos teóricamente-, se afirmó la igual dignidad del hombre y la mujer. Hoy en Europa, por falta de estadistas, por la proliferación de políticos que sólo miran sus intereses, por falta de sentido de la historia, por miedo a la verdad, por tantas cosas, el viejo continente se está descomponiendo como realidad y espacio cultural para ser entregado a quienes están en contra de los principios del humanismo, llámese occidental o cristiano, que alumbró de esperanza y de vida a todo un continente que buscaba la libertad y la igualdad entre todos los hombres.

Por eso, el Estado de Derecho que surge en Europa, que se declara partidario de los derechos fundamentales, de la separación de poderes y del principio de juridicidad, no puede entregarse. En esta tarea es imprescindible que Estados Unidos y Europa trabajen conjuntamente, apostando más por la multilateralidad que por la amenaza y, sobre todo, que se analicen las causas de ese odio que se está insuflando en grandes masas de gentes en todo el mundo. De nuevo, la lucha por los derechos humanos requiere de análisis serios y de medidas adecuadas a la magnitud de los acontecimientos, conscientes de que, si no se actúa con inteligencia y firmeza, nos dirigiremos a un nuevo período de la historia en que la dignidad humana, la democracia y la separación de poderes brillaran por su ausencia.

Esperemos que el nuevo presidente de los Estados Unidos trabaje en esta dirección y que la dimensión economicista de la Unión Europea deje paso a un compromiso más firme con la dignidad humana y los derechos fundamentales, individuales y sociales, de todas las personas. Casi nada.

Europa y EEUU (y II)

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