El espacio de centro

El espacio del centro, de una u otra forma,está en el candelero porque hoy, lo estamos viendo en diversas latitudes, los partidos tienden a escorarse hacia posiciones radicales y demagógicas, en uno y otro sentido. Lo vemos a nivel global, a nivel europeo y, por supuesto en nuestro país. Por eso, la caracterización del espacio de centro como espacio propio, con personalidad, es una cuestión que recurrentemente asoma a la palestra cuando se aprecian esas tendencias al exceso, hacia los extremos. Hacia el populismo, hacia la demagogia.
Pues bien, la apertura, la capacidad receptiva, el diálogo, la sensibilidad social, la racionalidad o el realismo, son actitudes básicas que deben caracterizar la acción política de los partidos y de los dirigentes que pretendan realizar políticas de centro. Estas, entre otras, son características necesarias para que los dirigentes políticos centristas puedan realizar la función de síntesis de los intereses y aspiraciones de la sociedad. Síntesis que no es un proceso mecánico ni un proceso determinado por la historia, sino que se trata de un proceso creativo, de creatividad política, de cuyo éxito dependerá la representatividad que la sociedad otorgue a cada partido, y la capacidad del partido para galvanizar las fuerzas y empujes sociales en un proyecto común.
La exigencia de apertura a los intereses dela sociedad no es tampoco una apertura mecánica, una pura prospectiva, que nos haría caer en una nueva tecnocracia, que podríamos denominar sociométrica, tan denostable como la que llamaríamos clásica. La exigencia de apertura es una llamada a una auténtica participación social en el proyecto político propio, participación que no significa participación política militante o profesional, sino participación política en el sentido de participación en el debate público, de intercambio de pareceres, de interés por la cosa pública, de participación en la actividad social en sus múltiples manifestaciones, de acuerdo con nuestros intereses, implicándose consecuentemente en su gestión con los criterios de moderación, conocimiento, apertura a que venimos aludiendo.
El compromiso con el centro político tiene que significar ante todo un cambio ético. No entendido como un cambio de los valores que uno tiene asumidos, ni como un cambio en todos los valores imperantes en la sociedad, que en muchos aspectos están siendo motores de nuestra mejora individual.
Una mentalidad abierta a la realidad y a la experiencia, que nos haga adoptar aquella actitud socrática de reconocer la propia ignorancia, la limitación de nuestro conocimiento como la sabiduría propia humana.

El espacio de centro

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