El ministro más rápido en dimitir

su carrera como ministro fue muy corta. Tanto que apenas tuvo tiempo de guardar la cartera del cargo al que fue nombrado y todo por no haber dicho que cuando se defrauda al Tesoro Público, no se puede, ni se debe, acceder a ningún cargo público. Porque lo público sobrepasa con creces a lo privado y en ese instante todo se vuelve contra el contraventor de la ley. Es lo que le sucedió a Máxim Huerta, el cual tampoco puede alegar victimismo. Cuando se comete una acción defraudadora, bien por dolo o por omisión, ya sea por activa o por pasiva, alegar ignorancia no exime su responsabilidad.
En su descarga alega que es víctima de “una jauría”. Es ponerse la piel de cordero y enjugar la herida bajo el palio de ser una víctima más del sistema, que es igual para todos. Lo que sucede es que al tener medios económicos se usan para burlar los recovecos de la ley, por lo que hay que atenerse a sus consecuencias, tanto políticas como sociales, al quedar al descubierto prácticas nada ortodoxas en el mundo fiscal que a cada cual le corresponde sufrir, dado su volumen de ingresos con relación a la declaración que se debe hacer ante la Hacienda Pública.
Si efectivamente cometió el fraude fiscal de 218.000 euros, que llevó aparejada una multa de otros 243.000, no puede incidir que no cometió fraude alguno o que ya está zanjado. Un partido comprometido con la regeneración política no podía permitirle seguir ni un minuto más en su cargo tras conocerse la noticia. Sacudió a propios y extraños, cuando tenía buena imagen y se le veía con ganas de hacer cosas, pese a ser novato en el puesto, por lo que le podía quedar algo grande, teniendo en cuenta los comentarios por él publicados. Pero la simpatía social por este ministro resultó un chasco, debido a su implicación en dicha defraudación, lo que le ha convertido en el ministro de la historia de España, que menos ha durado en el cargo, tan solo una semana.
Quizás el propio presidente del Gobierno, viendo el cariz que tomaba la situación y su compromiso con la regeneración, le invitó a presentar su dimisión en una salida honrosa, para no tener que verse obligado a expulsarle dvía Boletín Oficial por haber cometido una ocultación al fisco de más de doscientos mil euros.
No importa,que ahora mismo estuviese al corriente de su deuda con Hacienda. El hecho es que se había cometido y un ministro tiene y debe mantener impoluta su hoja de servicios y no cumplía ese requisito. Esto es como lo exigido por el Senado romano: “La mujer del César no solo tiene que ser honrada, sino que tiene que parecerlo”. Este no ha sido el caso y el desliz truncó su carrera política y empañó su credibilidad ante la sociedad que acogió con simpatía su nombramiento, pero que resultó ser una entelequia política. Va a resultar que los gobiernos, antes de nombrar ministros, tendrán que revisar su hoja de servicios, para comprobar sus honores y defectos con garantía de cumplir fielmente su cometido.

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