El problema catalán

España es una antigua nación configurada bajo la unión de los diversos reinos que se fueron uniendo entre sí para una mayor capacidad política y extensión territorial. La Corona de Aragón era la titular del territorio catalán, así como de las islas Baleares; el Reino de Valencia se configura tras su anexión y conquista posterior, al unirse las coronas de Castilla y Aragón y alcanzada la conquista del reino Nazarí de Granada, es cuando nace la unidad que hoy tenemos y disfrutamos los españoles, que data de 1492.

A finales del siglo XIX, la pérdida de las tres colonias americanas que le quedaban a España agudiza la crisis textil española, que se ve inoperante para poder competir con los anglosajones en tierras americanas. La burguesía catalana toma partido entonces por liderar el estamento político de Cataluña y con una revuelta para independizarse de España, al estilo de las colonias americanas. No logra sus objetivos y pone a España patas arriba. Con la Dictadura de Primo de Rivera tienen el periodo de mayor desarrollo industrial de 1925-1930, luego con la República logran metas superiores y finalmente al calor de la revuelta de octubre de 1934 proclaman la República Catalana. Companys se alza en el líder de aquella locura y el Gobierno Central acaba sofocando la intentona. Con la dictadura de Franco, Cataluña alcanza el mayor progreso y al llegar la democracia, obtiene el mayor poder político de la historia de España. Ahora hay que solucionarlo.

¿Cómo se resuelve este espinoso asunto? Sin lugar a dudas con medidas políticas, al igual que Francia resolvió el suyo con la Bretaña, al decir De Gaulle, “que no se oponía a sus deseos” (independizarse) “eso sí, no a Costa de Francia”. Y ahí se quedó y nunca más los bretones volvieron a dar más la lata a los franceses. Cataluña es como un hijo malcriado, al que le das todo y quiere más. No se puede aplicar una política de mano blanda, sino, la ley con todas sus consecuencias y a los que animan las revueltas, la ley tiene que ser imparcial y ejecutoria en su cometido. Von Bismarck, decía “España es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido”. Eso demuestra que lo que pasa en Cataluña es una parte que hace mucho ruido, pero nada más; en cuanto se aplique la ley se acaba la fiesta.

El Parlamento catalán promulgó un estado independiente hace dos años y fue suprimido en aplicación del artículo 155, el expresidente de aquella comunidad, desde entonces está fugado de la justicia en Bruselas y allí sigue. No tiene pensado regresar y menos hacer las paces con la judicatura española. Lo malo es que Torra, el actual presidente sigue en las andadas y el problema se acrecienta cuando la enseñanza recibida y acumulada durante tanto tiempo influyó de manera decisiva en el adoctrinamiento social de toda la juventud que ahora se enfrenta en las calles a las fuerzas de seguridad, con su equivocada razón de ser. Ahí esta la sinrazón de la forzosa razón de una educación única y mantenida por un Estado de Derecho.

Tras las últimas elecciones, con un pacto poco convincente y sin cuadrar los números, hay que pensar si los condenados cumplirán la sentencia o se les aplicará alguna amnistía, de ser así,  se le daría unos ánimos exultantes a los revoltosos y el problema iría a mayores. No es cuestión de tomar a la ligera esta circunstancia, sino de dejar a la Justicia que haga su trabajo y que lo haga bien, los causantes de la demencia a la que se ha llegado deben pagar por ello sus culpas y sobre todo después de la ruptura de su contrato que jurando o prometiendo respetar la Constitución, no lo hicieron.     

 

El problema catalán

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