La acritud política

Una vez celebradas las elecciones del 26-J, se puede observar una acritud política hacia los vencedores de la última convocatoria que no asimilan la derrota, sobre todo de los partidos radicales, con los cuales la mayoría de los ciudadanos no está de acuerdo en au ideario y por supuesto, fuera de la ética que la ciudadanía espera de cualquier grupo político que se presente a unos comicios para pugnar por la mayoría de la gobernabilidad del país. La Constitución no regula la forma y método en que se debe actuar en democracia, ya que la manera de encajar la derrota de no hallar motu proprio, sino que la culpa es de cualquiera menos de los actores que han fracasado y porqué lo han hecho.
La culpa de sus males, al parecer, está en los votantes que han asumido la victoria de los populares, de lograr que avanzasen hacia una confluencia de fuerzas constitucionales en contra de los postulados radicales, los votantes han actuado conforme a su idea clara, si en la anterior convocatoria de diciembre, fueron castigados, ahora y ante la desfachatez política de los grupos en acción que no han sabido ni querido unir sus fuerzas para presentar un gobierno estable que llevase al país a la senda del desarrollo, los electores decidieron por lo menos malo y se les debe el mismo respeto que se tiene a los votantes de cualquier otra formación, sea cual esta fuese, sin menospreciar su voto y la forma en que lo han hecho, son ciudadanos que hacen uso de su voto democrático. Lo demás son falacias totalitarias que van en contra de quienes las propagan.
España y los españoles saben muy bien que los partidos pueden engañar a su pueblo un tiempo, pero no todo el tiempo, porque descubrirán pronto el engaño y los mentores puestos al descubierto. Los votos huyen a refugiarse en la seguridad de ser bien empleados. Si el PSOE tuviese mayor capacidad para revertir la situación sería el partido a tener en cuenta, pero el devenir más absurdo de su secretario general lo ha postrado a la situación en que llega, ahora toca revertir la forma y levantar el vuelo, posiblemente con otro secretario más convincente para llevar a cabo esta gran empresa, que es de todos por el bien de España, su seguridad y desarrollo, de modo que tanto populares como socialistas, están en la senda del entendimiento para evitar dar alas a la acritud política de los radicales.
Así las cosas, los partidos extremistas deben variar su lenguaje y respetar a los votantes de cualquier formación política, sea esta cual fuere. De otra manera acabarán siendo repudiados en las urnas por su acritud, ya que los votos son de la ciudadanía, no de ninguna formación política, estos quedan a expensas de que los votantes confíen en sus palabras como verdaderas, no una mera falacia por la obtención del voto de forma fraudulenta. La filosofía es la madre del entendimiento y la razón.

La acritud política

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