Sin pensar

as cosas inesperadas o aquellas que se hacen sin mucha premeditación son, casi siempre, las mejores. El otro día, sin ir más lejos, había quedado para ir a cenar y como yo soy de improvisar, pues cuando llevaba dos de las cañas previas, me di cuenta de que el tiempo se nos echaba encima, que yo no había pensado a qué local ir y que además la hora amenazaba con que las cocinas cerraban ya de ya.
Así que bajo todo pronóstico, acabé yendo a un bar que hay cerca de mi casa y al que a no se me habría pasado jamás por la mente entrar. Un acierto. Un acierto de tripadvisor y de mi acompañante, porque yo en esa decisión de verdad que no tomé parte, con lo cual no puedo atribuirme más mérito que el de aceptar en ir.
Lo que nos encontramos allí fue un sitio de los de toda la vida, con un servicio amabilísimo, una comida que te acercaba al cielo y una experiencia, de verdad, para repetir una y mil veces. Lo más anecdótico de todo esto es que, ya bien entradita la noche, rozando la madrugada, mientras nos tomábamos los chupitos de rigor tras toda buena cena que se precie, nos pusimos a echar un ojo a la cartelera actual, por si un día de estos caía un cine. Y así fue que en medio de esto, el camarero, se metió de lleno en la conversación y acabó por confesarnos que tanto él como su familia son muy cinéfilos. Sobre todo de las películas de la patria. Y claro, yo ahí ya caí con todo el equipo. 
Nos emocionamos tanto, que nos pusimos a hacer pronóstico de los ahora ya pasados Goya. Y ojo, que algo acertamos aquel muchacho y yo. Se ve que un bagaje en el tema tenemos. 
Esta trigésimotercera edición que acabamos de dejar atrás a mi me ha hecho particular ilusión, sólo sea por el Goya a actriz revelación ganado por Benedicta Sánchez. Una mujer, que podría ser mi abuela y la de cualquiera de nosotros. Sencilla, de aquí, con sus años a la espalda, pero también con la absoluta indefensión e inocencia de alguien que no se ha movido en este medio hasta ahora, bien entrados sus ochenta años.
Hay que ser muy zote, o muy insensible, para que su discurso no te saque una sonrisa melancólica. Porque Benedicta no pensaba ganar y para qué se iba a preparar un discurso. Mejor llevarse el premio por sorpresa y ya sobre el escenario, improvisar.
E que arda, o que arde. 

Sin pensar

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