Odio el reggaetón

La afirmación del título no es cien por cien real porque debo reconocer que el perreo de 2005, o sea, el de cuando yo era una tierna e inocente (ja) adolescente sí me mola por los recuerdos que me trae. Y porque los clásicos son los clásicos, un respetito por favor. Pero la parte de verdad en lo que digo se debe a que la música comercial que ponen en la mayor parte de los locales nocturnos hoy en día, es pachangueo vario y un reggaetón entremezclado con trap que, a mi personalmente, me resulta infumable. Ya les he dicho miles de veces que yo escucho rap y rock y claro, así no se puede. 

Normalmente cuando piso las calles nocturnas en Ferrol o Coruña ya conozco los garitos por los que moverme sin que me entren ganas de hacerme el harakiri, pero es que este fin de semana pasado me fui con unas amigas a O Grove y un día nos fuimos de parranda a Sanxenxo y por poco no sobrevivo. 

Aquello era todo un postureo... Locales desorbitadamente ostentosos, con un aire de pijerío plasticoso, un ir y venir de relaciones públicas, todas mujeres que parecían sacadas de un anuncio de Victoria’s Secret, intentando captarte para ir a su pub bajo el soborno de copas más baratas de lo normal, porteros como torres disfrazados de fin de año, o de funeral, según como se mire. Un cromo todo, la verdad. Y mientras, yo, en medio de esa jauría, con hordas de gente bailando “esto está rico, esto está rico, tú sabes que esto está rico”. El gin tonic rico la verdad es que sí estaba, pero nada más. Un suplicio...

Ya sé que este rollito es el que predomina en todas la ciudades, pero no sé por qué allí fue infinitamente peor. Quizá por el halo de lujo barato que tratan de venderte, del entorno paisajístico en que se enmarca todo esto, en medio del puerto con los yates amarrados (y en venta, porque es un querer y no poder). 

No sé, me ha parecido todo tan pretencioso pero en una versión agañanada, que casi me muero de puritita pena. En fin, voy a escribir testamento pronto, no sea que en antes de que acabe el verano me líen para otra escapada. 

Odio el reggaetón

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