La máscara más cara

Los carnavales me parecen lo máximo, ya se lo digo de entrada. Dentro de lo que es Galicia sabemos que no es nuestra zona la más tendente a ellos, porque ciertamente Orense se lleva la palma muy pero que muy de lejos. Salvando también algo Coruña, pero ahí que se defiendan los de Marineda, que esa no es mi lucha. Con todo, a mi generación ya la pilló una época con mucho más tirón del que en años atrás, porque mis padres, por ejemplo, no han sido nunca de disfrazarse y aquí estoy yo la primera para apuntarse a un bombardeo si es menester. Supongo que eso también va en el carácter de cada uno. Yo de chiquituca todos los fines de semana jugaba a ponerme cosas y parecía un esperpento correteando por casa. Así salí de diva. ¡Ja!
Y es que recapacitando acerca del origen de esta fiesta, más allá de lo que podamos reconocer sobre tradición en España, la medalla es para Venecia, ¡qué menudas se  montaban allí! Esos serían los carnavales que me molaría vivir. Bien de peluca, de vestido impresionante, mascarita y a partir las calles, los canales y lo que se ponga por delante. Cuánto glamour junto, de verdad... 
Pero me ha tocado nacer y vivir en otro momento y la verdad, lo que nos queda aquí, es mucho más pocho. Que ojo, me encanta e incluso fascina todo el tinglado de charangas, batucadas, comparsas y demás, pero porque soy muy de fiesta, ya les digo, y voy a todo. Aunque eso no me quita de ser objetiva y poder observar y reconocer que es una triste pena lo de aquella moda absurda y cutre de plantarse un mono azul que le robaste a tu yayo de cuando curraba en Bazán, para ir con toda tu poca vergüenza a junto del vecino y tirarle huevos. Cara tapada, eso sí, porque los únicos que tienes son, repito, los que le lanzas con toda tu mala baba y falta de educación. Con lo que mola currarte un disfraz original y chulo e ir a pasártelo bien sin amargar la vida a nadie, ¿no? Digo yo, vamos.
La única pena que tengo este año es que por avatares del destino no me ha tocado enfundarme en una tela y jugar a ser otra por un rato. 
Pero oigan, vamos a buscar la parte positiva: leyendo estas líneas estamos ya a Miércoles de ceniza. Sólo faltan cuarenta días para que empiece lo bueno! ¡Óle y... de frente!
 

La máscara más cara

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