La eterna novedad

No me he vuelto loca, ¿eh? El título está bien escrito aunque parezca contradictorio. Esta semana vengo a dar la tabarra con las modas, porque es algo que dirige nuestras vidas desde tiempos inmemoriales. Me flipa mucho esto de que todo vuelva y que generación tras generación nos vayamos creyendo que somos los nuevos, los modernetes, los innovadores y los que más sabemos de todo. Los que molan, vamos. Porque si algo tengo claro es que a cada uno le gusta su tiempo y las cosas que ocurren y giran en torno a él. Supongo que cuando uno es joven tiene esta visión desde un punto de vista de pavoneo y que cuando se avanza en edad, se torna quizá, en añoranza. Pero igualmente, al final vivimos en un bucle que afecta hasta a las cosas más intrascendentes. Recuerdo cuando era yo quinceañera que se llevaban los pantalones de campana y me produjo un rechazo absoluto descubrir unas fotos en las que quedaba testimonio gráfico de que mis padres ya habían sido pioneros en esto. Cierto es que mi generación consiguió dar una puntada más y vulgarizar totalmente el tema, porque en mi época parecía que hacíamos apología de los cánticos propios de la Navidad y nuestros pantalones tenían campana sobre campana y sobre campana tres. O cuatro, incluso. Que no podías ni andar, vaya. Cada vez que llovía (ya vimos la semana pasada que esto aquí ocurre con enorme facilidad) llegábamos caladas hasta las rodillas porque la tela sobrepasaba la largura de nuestras piernas y se arrastraban los vaqueros por todo Ferrol. Un trabajo que le quitábamos a Pachara –espero que desde el más allá siga dirigiendo nuestro tráfico–porque media Real la dejábamos bien barrida. Por cierto, cabe mencionar que por entonces observaba horripilada a los pantalones pitillo de la movida ochentera y hoy día voy apretada, con los bajos ceñidísimos y casi marcando vena.
Y no afecta esto sólo al mundo textil. ¿Cuántas veces, en la época que fuese, habrán gustado canciones de tiempos atrás? Acepto de antemano que esto es historia reciente, pero es que en pleno S.XXI tenemos musicales rindiendo homenaje a bandas sonoras de abba, mecano, etc... También retomamos estéticas pasadas como por ejemplo, las gafas e-nor-mes. Que hace décadas nadie quería ser un cuatro ojos (rememoren, por favor, las monturas “al aire”. Jo, qué vergüenza) y ahora venga a comprarlas bien de pasta grande y con cristales que pueden hacer de lupa si la ocasión lo requiere. Ah ¡los tatuajes! Han creado una corriente de diseño llamada old school. Creo que se define por sí misma... No olvidemos mencionar lo a tope que está eso de ir a comprar cosas al rastro. Súper cool todo... ¿Que esa butaca desgastada la tenía en casa tu bis? Era una vieja roñenta. Pero ¿y si la misma butaca la ponemos en un café-librería-tienda? ¡Entonces es retro! Y cool. Súper cool. Ay, ay, ay... si es que no nos libramos de una, oigan. Porque hasta en instagram, que es muy de ahora, tenemos filtros vintage. Todo, pero todo, vuelve... hasta yo la próxima semana.

La eterna novedad

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