La conversión descreída

Me enteré hace unos días –aunque no sé desde cuándo esto está vigente en España, pero creo que ya lleva lo suyo– que hay gente por ahí adelante realizando lo que a ellos les gusta llamar “bautizos civiles”. A ellos, repito. Les gusta, llamarlo así, a ellos. Puede que yo sea bastante purista con el lenguaje, pero a poco que pongamos a funcionar la masa que parece –y sólo parece– traemos todos dentro del cráneo, veremos que por definición, esto es un contradiós. Y nunca mejor dicho. 

Vamos a ver, el bautismo atiende única y exclusivamente a razones religiosas. Si ahondamos un poco en la cuestión, observaremos que al igual que San Juan bautizó a Jesucristo, a día de hoy se bautiza a los recién nacidos –y no tan recién, que a servidora la duchó un cura con cuatro años– como rito de iniciación a la fe cristiana y como entrada en la iglesia como comunidad y congregación. 

Sí, lo sé, no les estoy contando nada nuevo, pero entonces ¿a cuento de qué viene que alguien pretenda repetir este acto fuera y totalmente al margen de ámbito religioso? ¿En qué modelo se basan? ¿A qué tradición siguen? Exactamente a esa que están pensado: ninguna. Ya lo dejó claro el señor D’Ors: “todo lo que no es tradición, es plagio”. Pues para muestra un botó, ¿verdad? Que a ver, a mi me parece estupendo que la gente se declare atea, agnóstica, medio creyente o budista. 

De verdad, yo no voy por ahí evangelizando a nadie, pero oiga, señor, si a usted se le cae la cara de vergüenza de tener que decir a la gente que por la llegada al mundo de su retoño va a realizar una “celebración civil como acto de recibimiento al ayuntamiento y a la sociedad” pues se aguanta, como poco, pero no le llama bautizo porque no lo es.

Para dar recibimiento a la sociedad ya está el registro civil, amigos míos. Y a esa gente que está feliz de la vida por el nacimiento de su hijo, la animo a que llamen a sus familiares y amigos y monten una fiesta y una comilona por todo lo alto a modo de celebración. Viva la alegría y el festejo, pero no relacionen un acto litúrgico con una versión pagana inventada y absolutamente sacada de la manga. ¿Qué será lo próximo? ¿Comuniones civiles? ¿Y qué te comes... una gominola? Anda, anda... No me toquen las narices. Ni los bautizos.

La conversión descreída

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