Hollidays

Vamos a hablar de la parte dura y mala de las vacaciones. No me vengan ahora con lo de que nadie quiere trabajar, con lo de que se está genial en la playa ni con que ese último viaje espiritual que hicieron a la India les cambió la vida, porque eso ya lo sé yo y además es que así no hay quien se queje a gusto.
Yo vengo a reivindicar varias cosas que no me parecen de recibo soportar, justo cuando uno está a punto de desconectar de la vida cotidiana, porque deberían de ser todo facilidades y hay trances por los que pasamos sin necesidad alguna...
Empecemos por el mundo aeropuerto, que está muy bien, es todo muy bonito y moderno, pero que a mi me explique alguien cómo es posible que la maleta para un mes tiene que encajar en un estándar de cabina que ocupa lo que sólo mi neceser de maquillaje, o por qué no puedo pasar una botella de medio litro de agua si me voy a pegar un vuelo de tres o cuatro horas. Si no más. Vale, sí, achaquémoslo al negocio de las bebidas que te ofrecen las chicas que empujan el carrito por el pasillo del avión. Pero es que tanto te traen una de cabreiroá, como un ron-cola de Cazique 500, como el último HOLA! o un perfume de paco rabanne que salió hace quince días... Si viajo en low cost, ¿de verdad os creéis que me puedo pagar unos snacks a precio de oro? Cortitos de mente y poca visión de negocio señores, así de claro.
Hablemos también de cómo te tratan en el control de seguridad, porque tú te llevas tu botecito de champú de 100 ml para no provocar, pero de la que te detectan la cuchilla de depilar te mandan pasar ocho veces por el arco de metales y te interroga hasta la gestapo si hace falta. Vale, Septiembre de 2001 hizo mucho daño por las gemelas, pero de ahí a que tú seas la de Frida Kahlo porque ellos no te dejan rasurar, hay un abismo. No se puede ser así, hombre... Yo una vez le traje a mi padre un abrecartas de Florencia y no sé aún cómo no estoy todavía en chirona cumpliendo condena. ¿Ni los souvenirs se van a respetar, o qué? ¡Pregunto!
Muy bien, pasada toda la aduana sobrevivimos a las turbulencias y nos plantamos en tierra desconocida. Correcto. Ya sólo falta encontrar la maleta en la cinta de llegadas, que es más difícil que jugar al cocodrilo sacamuelas. A los siete años con mis primos vivía menos presión... con sinceridad se lo digo.
Agarrada a tu trolley (o al del vecino que compró el mismo que tú en carrefour) te vas al hotel y empieza otra aventura: Cazar –literalmente– un taxi que te lleve a destino, hacer la entrada en el hotel sin demostrar que no les vas a robar todo lo que hay en el mini bar, no perecer por el calor y los mosquitos que acechan en la noche, sobrevivir a las pulseras “todo incluido” sin acabar en la cirrosis, no volver al hogar con 5 kilos de más por culpa del desayuno buffet (ojo que vergüenza damos los españoles en esto) o, acabar más cansado de lo que llegaste con tanta excursión a los monumentos emblemáticos del destino en cuestión...
Y así, súmenle otros tantos que hayan vivido, que yo no puedo dar mucho testimonio que soy mileurista. Pero que de las vacaciones volvemos agotados es una verdad incuestionable porque yo esta semana no me acordaba de mi clave de acceso a la ofi. ¿Alguien sabe si acababa en 2 o en 5? Es que no puedo iniciar sesión... Gracias.
 

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