De Hermione a Raskólnikov

staba hace un rato repasando mis redes sociales cuando me he encontrado en Twitter (papá, un saludo desde aquí por haber conseguido manejarlo tan soberbiamente) un hilo de posts de una profesora que me ha parecido alucinante y con el que me he sentido en absoluta identificación, incluso en casualidad cronológica porque de ese tema hablaba justamente yo el finde pasado...
Lo que esta mujer relataba era cómo a partir de que sus alumnos de secundaria le dijesen que leer era un rollo y que nunca pedirían un libro más allá de los de lectura obligatoria por el plan escolar del colegio, ella consiguió darle la vuelta a la tortilla y engancharlos. Les hago un mini spoiler y desvelo que algunos de esos chicos a día de hoy les piden como regalo a sus padres un eBook. Que vale, sí, yo soy defensora acérrima del libro en papel, pero ante tanta dejadez e incultura, llegar a esto es un logro de aúpa. Un altar hay que ponerle a esta señora, o una estatua en la plaza mayor de su pueblo, lo que ella prefiera. Porque la tarea en sí misma es muy simple, pero ardua de llevar a la práctica, también.
Esto enlaza con que hace pocos días veía yo un vídeo en Youtube de un paisano que decía que si en las primeras épocas de instituto los chavales prefieren leer las desventuras de Harry Potter antes que El lazarillo de Tormes, pues p’alante con Howarts y ya entraremos en los clásicos más adelante. Yo en lo personal siempre he sido muy cultureta y me leído tochos bastante sesudos a edades tempranas, pero esto no es normal ni algo que se le pueda o deba pedir a todos. Crimen y castigo con trece años está de más. Niños, no intentéis hacer esto en casa sin supervisión paterna. Y con ella, tampoco. No se pide tanto...
Porque hay libros y edades para todos. Por ejemplo, El guardián entre el centeno supuestamente está catalogado (siempre las etiquetitas estúpidas, cómo no) para preadolescentes, es decir, cuerpos con unos doce o trece años a las espaldas aproximadamente. Sin embargo, he leído críticas que lo sitúan de manera mucho más conveniente en la finalización de la veintena o el despertar de los treinta. Y yo, sinceramente, me voy de cabeza a unirme a esta opinión, porque  me lo leí en esa franja de edad y además de encantarme, soy consciente de que con esa edad le sacas muchísimo más jugo que con bastantes años menos. Quizá yo sea una fan extrema de este libro y puedo tener mi opinión un tanto sesgada por la veneración, pero es que con doce años, lo siento, no te enteras de nada de lo que Salinger quiere hacerte llegar. 
Y como éste, mil ejemplos. Por eso me parece importante saber cómo entrar en la mente de los chavales y cómo elegir bien los títulos para que no les dé urticaria cada vez que ven un tomo acercándose a sus manos. 
Lo guay de leer es que aprendas a vivir otros mundos, otras épocas y otras vidas sin salir de la tuya. Que viajes y crezcas por dentro con cada hoja que pases y sobre todo, que disfrutes. Eso seguramente te llevará a que cuando seas adulto te apetezca meterte a lecturas de otros calados sin ver en ello ningún sufrimiento ni flagelación. Además de todo lo que ello conlleva, como mejor adquisición del proceso lectoescritor, ortográfico, semántico, etc. Pero no nos vamos a poner ahora intensos tampoco...
Revisemos los planes educativos, reinventemos la forma en la que inculcamos buenas costumbres a las personas del futuro. Si ellos desde niños crecen con un libro sobre la mesilla, harán de nuestro mundo, seguro, un sitio mejor.

De Hermione a Raskólnikov

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