Arsénico, por compasión

o, este artículo no trata acerca de una de las mejores películas de la historia del cine, sino de que mi existencia estos días está siendo muy dura. Dice mi madre, que todo eso de la depresión o síndrome post vacacional no existe, que la gente lo que tiene es mucha tontería y pocas ganas de trabajar o hacer lo que sea a lo que se dedique cada uno. Según su criterio, un bofetón a cada uno que lo diga y arreglado. Me da miedo contarle que la estoy sufriendo esta semana, porque me pone la cara a moflete cruzado, lo veo venir. ¿Pero cómo no voy a tenerla si he pasado de vivir en la playa a volver a encerrarme en el palacete? Para los nuevos en esta columna, si es que los hay, el palacete es como llamo yo a mi casa, porque lo primero es quererse a uno mismo. Si no te lo dices tú, ¿quién te lo va a decir? Pues eso. Total, que tengo otra vez apuntes y papeles por todos lados, mi moreno empieza a cubrirse por manchas de bolígrafo, me bailan un poco en la memoria el número de miembros para el congreso que se elige dentro de la península, y todo en mi vida en general es muy confuso... Les cuento.
Tengo el sueño cambiado porque estos días me estaba acostando a las dos de la madrugada (yo siempre he sido muy nocturna) y ahora intento corregirme, pero no duermo y se me hace bola la vida al levantarme. La dieta también la llevo regular porque han desaparecido las paellas, el churrasco, el pescado fresquísimo como si lo hubiese ido a pescar yo a la playa  y esas cosas que son tan de mesa veraniega.
He perdido totalmente el interés por la climatología, ese que últimamente era tan creciente en mi. Ya no está, ha desaparecido. La semana pasada actualizaba la web de meteogalicia cada 12 horas para ver cuándo podía ir a pillar hueco en la arena o salir a navegar en el kayak. Y ahora, tanto me da como tanto me tiene, que haga sol, que truene o nieve. ¿El Instagram? Otro igual. Abandonadito perdido. Ya les dije que no le iba a hacer mucho caso, pero sí es cierto que cada día había algo que fotografiar: una puesta de sol, una caña espumosa esperándome, las vistas de las Cíes desde la playa, o a mi vestida de capitán pescanova... Así que durante los diez días de libertad le di algo de vida, pero ahora el pobre está más mustio que una margarita en invierno. ¿Qué voy a subir? ¿Una foto del resumen del IV convenio laboral único? Oigan, si hay algún interesado que me lo haga saber, y yo, mandadita, se la paso. Pero intuyo que no.
Así que tras todos estos cambios tan plomizos estoy como Rapsusklei cuando cantaba aquello de: “yo vivo en verano, mi alma vive en invierno”. 
Jo, que mal.

Arsénico, por compasión

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