Contra el miedo que nos meten

Nos están metiendo miedo. Por todas partes. Las fake news que llegan cada día a nuestro correo o a nuestro teléfono inciden en eso, en peligros que la mayor parte de las veces no existen, en demonizar a colectivos que nos ponen en un peligro que no existe realmente. Noticias que separan, enfrentan, disgregan... Sucede mucho con los inmigrantes que vienen de fuera “a quitarnos todo” y “a dejarnos sin nada”. Noticias falsas de que perciben por la cara ayudas, atención y salarios que no reciben otros españoles “con más derecho”. Nadie habla del empleo basura al que acceden si tienen suerte o que son explotados sin escrúpulos por algunos que les niegan la seguridad Social y les obligan a trabajar por salarios que no aceptaría ningún español o española.
El voto xenófobo crece. El argumento es claro y hasta se apoya en cifras reales como el dato de que entre 2006 y 2018 la población inmigrante en Europa se acerca a los 50 millones. Son datos de Eurostat. Una invasión en toda regla. Pero apenas supone el 9% de la población europea, que ya ha superado los 510 millones. Y en treinta años serán muchos más si queremos salvar Europa. Y hay cosas peores, como sucede en Italia, donde el Gobierno de Salvini multará a las ONG con 5.500 euros por cada inmigrante que rescaten. Mejor dejarles que se mueran.
Sucede también en la política, donde unos y otros establecen “cordones sanitarios” para aislar y estigmatizar. Es duro escuchar a políticos de una y otra ideología descalificar a otros que han sido elegidos y acusarles de que su llegada al poder nos pone al borde del precipicio. Los españoles sabemos de qué barranco hablan. Sí, es cierto que no es lo mismo la extrema derecha que la extrema izquierda. Estos pueden reclamar lo que quieran en el Gobierno y no pasa nada. Algunos van a ocupar incluso vicepresidencias en algún Gobierno autonómico. Una parte importante de los votantes socialistas quiere un gobierno de coalición con Podemos, cuya ideología está más cerca del marxismo leninismo que del socialismo. No pasa nada y, además, es legítimo. Pero si es de la extrema derecha de quien hablamos, de Vox en particular pero también de las otras “ultraderechas”, las cosas son diferentes. “No pasarán” vuelven a gritar desde la izquierda. Ni me gusta, ni comparto su ideario, ni puedo votar a Vox. Pero agitar el miedo, incluso cuando hablamos de migajas políticas, es empujar al enfrentamiento. No con el adversario sino con el enemigo. Y eso solo conduce a incendiar a la gente, a sacar el odio a la calle. No digo nada si hacemos la comparativa del trato que dan los que mandan a Vox al infierno con el que tienen para con los herederos de ETA, sentados en Parlamento y en las instituciones sin haber pedido perdón y con casi un millar de asesinatos en sus conciencias.
Miedo a los inmigrantes, miedo a las élites, miedo a los banqueros, miedo a los empresarios que hacen donaciones, miedo a la revolución tecnológica, miedo al Brexit, miedo a Trump, miedo... Si algo no necesita este país es que resuciten el odio o el miedo. Lo que necesitamos es aprender a debatir con argumentos, a convivir y a trabajar por el bien común, por el bien de todos. Porque todos cabemos y si se hace bien, incluso, caben más.

Contra el miedo que nos meten

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