Sánchez, ante el éxito o el abismo

No es fácil saber si Pedro Sánchez es un utópico, un soñador, un ambicioso... o un hombre providencial que llevará a cabo el cambio. Opiniones escuché para todos los gustos en el mitin de clausura del congreso federal del PSOE, que congregó a ocho mil entusiastas, llegados en autocares de toda España, en torno al exsecretario general y nuevo secretario general y su flamante ejecutiva, en la que solamente hay un disidente, si así puede llamársele: Patxi López.
Uno, que ha asistido como testigo a los quince últimos congresos socialistas desde aquel semilegal de 1976, apenas puede certificar que no va a ser fácil responder, así a corto plazo, a las preguntas más arriba planteadas. Sí puedo asegurar que este congreso ha sido el más peculiar, el más atípico, que recuerdo haber visto: siempre han sido más bien unipersonales, pero nunca como ahora; la ejecutiva ha jugado siempre un papel relativamente secundario, pero en esta ocasión más que anteriormente. Y, aunque parezca una contradicción, jamás en el PSOE pareció contar tanto la militancia de base. Una militancia que aplaudía ideas innovadoras –no en la mentalidad del Sánchez destronado, pero sí desde el atril de secretario general–: la plurinacionalidad de España, la reforma constitucional, el alineamiento inequívoco con la izquierda, que tan mal le funcionó en su día a Joaquín Almunia.
Sánchez, está claro, quiere quedarse con los votantes desencantados del 15-M, aquellos indignados que se echaron en brazos de Podemos. Mucho tendrá que explicar a partir de ahora Pedro Sánchez respecto a sus proyectos: ¿trata de lograr una convergencia con la formación morada o más bien de quitarle a sus votantes? ¿De veras cree aún posible una confluencia de Podemos, Ciudadanos y el PSOE, además de otros, para desterrar a Mariano Rajoy –a quien sigue presentando como el enemigo principal, el único– de La Moncloa?
Esperemos que el nuevo/viejo secretario general socialista nos lo aclare en próximas comparecencias ante los medios de comunicación, comparecencias que, hasta ahora, ha escatimado al máximo. Reconozco que, tras haber apoyado hace tres años su llegada como posible impulsor de cambios, incluso en connivencia con Rajoy, me sentí decepcionado con el personaje, que entendí que solo buscaba llegar a la Moncloa por cualquier medio, incluso enfrentándose a los barones de su partido, saltándoselos a base de apelaciones a la militancia.
Ahora, la verdad, me sumo a los que andan perdidos en la perplejidad ante la osadía –llámele usted valor, si quiere–del hombre que puede inaugurar una nueva forma de entender un partido de la izquierda... o despeñarlo nuevamente. Como siempre digo, por el bien del país, ojalá acierte; pero, primero, que nos explique muy claramente qué quiere hacer. Con los barones difuminados, con la militancia exaltada, con los veteranos dispersos, con los votantes desconcertados, con el país perplejo y anhelante: que nos lo explique, por favor. Y que sea ya mismo.

Sánchez, ante el éxito o el abismo

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