El procés consigue forzar, al fin, un pacto de Estado

n la recepción real del pasado sábado, el juez Manuel Marchena, a quien conozco desde hace algún tiempo, me comentó que la sentencia del ‘procés’ iba a “gustar a todo el mundo” y me instó a “leerla íntegra y con calma”. Cosa que, cuando redacto estas líneas, aún no he podido, lo confieso, hacer, por lo que evitaré pronunciarme a favor o -como ya hicieron algunos compañeros sin conocer el texto de la sentencia- en contra: me parecería poco lógico entrar a fondo en cuestión tan importante sin haber estudiado lo bastante el medio millar de folios del texto y, luego, escuchado varias opiniones autorizadas, y supongo que contradictorias, al respecto. Pero, paradójicamente, sí creo poder hablar de algunas consecuencias de esta sentencia. Y creo que serán positivas.
Porque, como me ha parecido posible titular este comentario, me parece que el procés, y su desembocadura en esta sentencia, en principio dura, aunque no tanto como podría haberlo sido, contra quienes intentaron un golpe contra el Estado, va a reforzar la posibilidad de un pacto entre los constitucionalistas tras las elecciones. Lástima que no lo hayan hecho hasta ahora PSOE, PP, Ciudadanos y quizá incluso Podemos, Vox y Más País; nos forzaron, entre todos -cúlpese más a quien se quiera: da lo mismo- a repetir elecciones, las cuartas en cuatro años, porque fueron incapaces de llegar al acuerdo al que ahora, o días después de las elecciones, se obligan. O eso les he escuchado a los tres principales protagonistas, es decir, Pedro Sánchez, Pablo Casado y Albert Rivera en sus últimas comparecencias públicas. En principio, se diría que decaen los tambores de guerra y aparece la pipa de la paz.
¿Han abandonado todos ellos, y los demás, el ‘no es no’ que en diversos momentos jalonó el camino hacia este nuevo fracaso político, evidenciado en la marcha a las urnas dentro de tres semanas? ¿Han entendido todos, y sobre todos Pedro Sánchez, que algo hay que ofrecer a los demás a cambio de facilitar la investidura y, ojalá, que la Legislatura discurra con normalidad? ¿Se pondrán de acuerdo en las muchas reformas que la nación necesita para compensar el inmovilismo de casi cuatro años? Incorregible optimista, anhelo que la respuesta sea ‘sí’. Incluyendo el ‘sí’ a un acuerdo para tratar y trazar el rumbo penitenciario de los condenados: no habrá indulto, pero habrá, sin duda, algunas concesiones que garanticen que, desde luego, no se cumplirán íntegros los trece años de cárcel para Junqueras, ni los doce para Romeva, Turull y Bassa, etcétera. Y eso puede que no sea del todo malo: las sentencias están para cumplirse, pero sin caer en la ‘summa lex, summa iniuria’.
Lo que lamento es que ese presumible acuerdo futuro sobre cómo gestionar el principal problema en Cataluña, el de los presos, que no podrán concurrir a estas elecciones, no haya comenzado antes de que, este lunes, se haya conocido la sentencia y comiencen a verse los resultados en las calles, agitadas por el principal pirómano de la Comunidad, que es el propio president de la Generalitat, Torra, empeñado en conmocionar la vida de los propios catalanes. Ya sé que, contra lo que pensaba el gran Marchena, la sentencia no va a gustar por igual a todos. Pero quizá PSOE, PP, C’s, P’s y demás aún estén a tiempo de abandonar controversias inútiles acerca de si aplicar o no el artículo 155, y cuánto cientocincuentaycinco aplicar, y cómo hacerlo. Y, a continuación, ver cómo hay que negociar con quien todavía, en el mundo ‘indepe’, esté dispuesto a negociar algo. O bastante. O mucho. Lo veremos en los próximos meses.
Es hoy más urgente que nunca, y parece que todos los que quieren representarnos se han dado, al fin, cuenta, ese acuerdo entre los constitucionalistas para salir del marasmo político en el que, entre unos y otros, nos han metido. Un marasmo que, por cierto, apenas reflejan las encuestas que, como misiles, surcan la oficiosa campaña electoral; una campaña que, desde ya mismo, está inevitablemente teñida de ‘catalanismo’. Y en la que las reacciones que se vayan produciendo en Europa y en el mundo ante lo que acontece en Cataluña van a pesar no poco. Sánchez, Casado, Rivera, Abascal, Iglesias, Errejón: es el momento de mostrarse como estadistas, no como ambiciosos aficionados al juego de tronos. Todos ellos, ya digo, se la juegan. Y nosotros, los ciudadanos, también, por supuesto.

El procés consigue forzar, al fin, un pacto de Estado

Te puede interesar