Librerías cerradas en el Día del Libro

pensaba, quizá, dedicar este comentario al debate parlamentario de ayer, que, pese a lo bronco, debería pavimentar el camino hacia un gran acuerdo nacional por la reconstrucción del país. Pero el debate se prolongó y aplazo mi comentario unas horas para hablarle a usted del libro. Un dato pavoroso más entre los muchos que nos causan dolor cada día es el hecho de que, por primea vez en un cuarto de siglo, el Día Internacional del Libro, este 23 de abril se celebra con las librerías cerradas y la industria editorial casi por completo paralizada.
La que es la fiesta de las luces, del reconocimiento a quienes crean obras para alumbrar nuestro ocio y nuestro disfrute, es hoy una fiesta fallida. Cimentada en el dolor. Puede que estos días los españoles, el mundo, leamos más libros que nunca desde el obligado confinamiento, en los diversos soportes existentes. Si me permite la excursión hacia lo personal, le diré que yo estoy leyendo varios al tiempo, intentando concentrarme en medio del inmenso dolor que a todos nos embarga sin duda, tratando de hacer caso omiso de los oscuras perspectivas que nos aguardan y que dispersan nuestra atención.
Inútil será pedir, también para este sector, que algo me afecta en lo personal, lo confieso, como autor, ayudas públicas. Todos los sectores las piden, y más que las pedirán. El del libro es un mundo clave, que, contra lo que algunos quieren pensar, no muere, sino al contrario. Ni se le puede dejar morir, como a los medios de comunicación, como a tantas cosas. Forman parte de nuestro ser.
Han cambiado las fechas para las ferias del libro, aplazándolas, aunque quizá, ante la que está cayendo, no suficientemente. Hay que posponer, pero no suprimir, este Día del Libro. Y el de la rosa. Porque son muchas las cosas que tenemos que recuperar cuando la pesadilla pase. Esta industria editorial nuestra, vivísima, que produce muchos miles de títulos cada año, es una de ellas.
Hoy, día en el que, como desde hace ya casi dos meses, vivimos la desesperación de las listas de fallecidos, tantas tragedias una a una, quisiera oír a nuestros representantes políticos unir sus voces en torno al mundo de la cultura, representada este 23 de abril, día del fallecimiento de Shakespeare y de Cervantes, día en el que escucharemos a la heredera de la Corona recitar un pasaje del Quijote. Creo que tenemos que buscar elementos para el consenso: el libro es pluralidad y universalidad. Es símbolo de civilización y de progreso. De consensos y civilizados disensos. Como dijo, creo, Max Weber, no hay libro tan malo en el que no pueda hallarse algo bueno. Es toda una filosofía. Brindemos hoy, día otrora tan festivo, al menos por eso.

Librerías cerradas en el Día del Libro

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