Las narices de Rajoy

Que dice Nicolás Maduro, en su estilo florido y algo gorilesco, que Rajoy se abstenga de meter las narices en Venezuela. Bueno, de hecho más o menos lo mismo le ha dicho el ineducado jefe del Estado venezolano a la señora Federica Mogherini, que es la “ministra de Exteriores” de la Unión Europea, y a todo el que se cruza en su camino tratando de aportar algo de racionalidad a su loca carrera hacia el abismo. Pero no es de Maduro, tipo pienso que deleznable y en el fondo insignificante, de quien quiero hablar, sino de las narices de Rajoy, que me parece que es cuestión que acabará dando mucho juego.
Porque son muchos los que no quieren que el inquilino de La Moncloa meta sus narices en donde ellos creen que no le corresponde. Y ahí tenemos a Puigdemont, que prácticamente ha cortado las relaciones con “Madrit”, insistiendo en que el máximo representante del Gobierno central aleje sus napias, y toda su persona, de los affaires catalanes. Será porque intuye quizá que Rajoy tiene mucho olfato y adivina que todo esto del “procés”, con mossos d’esquadra y urnas de cartoné incluidos, se va a ir al garete con grave perjuicio para todos, pero especialmente para los impulsores de la cegada vía secesionista.
Yo no sé, la verdad, si el presidente del Gobierno tiene tanto, tanto, olfato como el que le atribuyen amigos, enemigos e indiferentes; la verdad es que hasta ahora ha sabido manejar los tiempos, desesperándonos a todos con su inactividad, y ahí está: sigue en La Moncloa, se pasea por Europa –y hasta por Letonia que también es Europa, pero muy periférica– como Perico por su casa y ha visto pasar ante su puerta los cadáveres de muchos enemigos, aunque alguno, como Pedro Sánchez, le haya resucitado y otros, como Artur Mas, estaban muertos, pero movían un poco la pierna, para meter la pata hasta el fondo.
Lo único que sé es que personalmente no me disgustaría que el señor presidente del Gobierno del Reino de España metiese algo más sus narices en asuntos que le huelen mal, como la corrupción que tanto ha obviado. O las urgentes reformas legislativas, incluyendo la constitucional, cuya sola mención le hace volver la cabeza hacia otro lado. Pero, les guste o no les guste a sus egregias napias, son cambios que habrá necesariamente que hacer. Por narices.
Y, por cierto, no me parece nada mal que Rajoy meta las narices en los asuntos esos que tanto enfadan al irascible Maduro, que son cuestiones que no solo competen a los venezolanos, sino a todos los que amamos la democracia. Dos narices, sí señor.

Las narices de Rajoy

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