Invertir en Sánchez–invistiéndole

edro Sánchez, que este martes tras reunirse con la presidenta del Congreso Meritxell Batet, anunciará la fecha de la sesión de investidura, se presenta a él mismo como la única solución. Y, por tanto, comunica al país entero, comenzando por Podemos y luego siguiendo por Ciudadanos y el Partido Popular, que es o él o el caos, así que nadie debe esperar de él, Sánchez, concesiones a cambio del apoyo a su gobernación ‘de progreso’ y en solitario. Investirle es invertir en Sánchez, en ese Gobierno progresista que no nos detalla. Es una inversión, no sé si temeraria, que solo tiene una alternativa: la repetición de elecciones allá por noviembre.
Hoy por hoy, Ciudadanos prefiere no invertir: ‘no es no’ a perpetuar al PSOE en La Moncloa, por mucho, dicen ‘los naranjas’, que presionen Macron, Garamendi, el Ibex, la mitad de los columnistas políticos y el sursum corda. 
El Partido Popular, que está en otras condiciones, situaciones y ambiciones, veremos por dónde acaba saliendo, teniendo en cuenta que entre el presidente en funciones y Pablo Casado existe una relación que poco tiene que ver con la ojeriza mutua que Sánchez y Albert Rivera se tienen. 
De Podemos ya sabemos que lo único que busca son ministerios, única salvación personal para Pablo Iglesias.
Y Sánchez, que ya digo, anda en ‘yo, o el diluvio’, sabiendo que, si llueve, dicen las encuestas, él no perecería ahogado en unas nuevas elecciones, en las que el voto al PSOE -y al PP_saldría reforzado, en detrimento de los otros tres, es decir, Ciudadanos –sobre todo–, Podemos y Vox. Vuelta al bipartidismo. 
¿Es de eso de lo que se trata, aunque para ello haya que tener políticamente paralizado a este país nuestro medio año más? Bah, total, mientras la economía aguante, que parece que aguanta.
Puede que la economía aguante, a ver por cuánto tiempo, pero la nuestra es una situación que perjudica a Navarra, a Madrid, a la lucha contra el independentismo catalán, a la lógica contra el fulanismo político, a las reformas pendientes –ahí siguen, tan panchos, el Consejo del Poder Judicial y su presidente, con el mandato vencido hace ya meses–. 
En términos de patriotismo sorprende que, para facilitar su investidura, o al menos para desprestigiar al “no es no”, que él tan bien conoce y tanto ha practicado, Pedro Sánchez no ofrezca contrapartidas: el sacrificio del gran Gabilondo en la Comunidad de Madrid y de la perdedora María Chivite en Navarra, por ejemplo. ¿Llegaría a planteárselo a los otros dirigentes cuando vuelva a reunirse con ellos próximamente en una nueva (¿e inútil?) ronda de contactos?
No lo creo, desgraciadamente. Porque la generosidad, como la autocrítica o hasta el sentido común, es lo menos común en el secarral político de esta, sin embargo, gran nación llamada España. Veremos si este martes la investidura –¿la primera?¿la definitiva, si algún milagro ocurre?– se fija para el día 16 o el 23, o vaya usted a saber cuándo en este mes de julio que ha llegado y nos sofoca, no solo por la temperatura y por los incendios que nadie ‘apagó’ en febrero. 
Nos sofoca, a veces, de bochorno. Simplemente, porque lo que nos está ocurriendo es bochornoso. ¿Invertimos? ¿investimos? ¿Insistimos en más de lo mismo?  

Invertir en Sánchez–invistiéndole

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