El doctor Rajoy y la Legislatura pachucha

La última sesión plenaria  dejó a todo el mundo alicaído. La derrota, el jueves, del decreto sobre la estiba, que es un texto exigido por Europa, hizo que muchos comentaristas se lanzasen a hablar del próximo fin de la Legislatura: ¿cómo seguir gobernando, llegaban voces de Moncloa, cuando el Ejecutivo no puede ni siquiera cumplir sus compromisos con la UE a cuenta de un colectivo de trabajadores que, en el fondo, son unos privilegiados y todos lo saben? Con el ‘no’ parlamentario al decreto se trata apenas de desgastar al Gobierno, incluso en contra de los intereses nacionales. Y ya veremos qué ocurre ahora con los Presupuestos para 2018
Sí eso: ¿qué pasa? Pues pasa que la imagen de nuestro país, ahora que empezaba a recobrar la calma caería en picado. Que la seguridad jurídica que empezaba a instalarse en los ánimos y en las empresas se haría añicos. Y, lo peor de todo: que quizá regresaríamos a la era de la mayoría absoluta del PP. Adiós oposición, adiós.
Y no es que la oposición, ahora que no hay mayoría absoluta, esté demasiado brillante. Socialistas y Podemos se agotan en sus disquisiciones intestinas. De los nacionalistas catalanes, mejor ni hablamos. Ciudadanos no remonta lo suficiente el vuelo. Y los demás andan en sus minorías, si exceptuamos el caso de los nacionalistas vascos, que saben muy bien dónde les aprieta el zapato y van a lo suyo.
Con este panorama, ¿cómo no se va a erigir Rajoy en monarca absoluto? Pues eso: si le tocan mucho las narices, va, disuelve y hala, a ganar. Esa es, al menos, la tesis que te transmiten los voceros que salen, cabalgando los caballos del Apocalipsis, del complejo monclovita. Aunque, como ya ha dicho Rajoy que él no quiere elecciones anticipadas, y yo le creo, puede que la única alternativa que acabe quedándole sea la negociación a todas las bandas: la segunda oportunidad en lo de la estiba, los Presupuestos, el trato al que habrá de llegar con los separatistas catalanes...
Pienso que Rajoy, que tan seguro de sí mismo y con paso lento-flemático camina ahora, pasaría a las mejores páginas de la Historia si dejase de parecerse a Rajoy: porque, por ejemplo, ahora que hablamos de catalanes, ¿por qué no invita a todas las fuerzas antisecesionistas a acompañarle en la negociación con Puigdemont? ¿Por qué no le reitera a Rivera la invitación para que entre en el Gobierno? ¿Por qué no entiende de una vez que no basta con tener el BOE, el Constitucional, el CNI, el Banco de España, la Fiscalía y el aplauso de los palmeros para hacer de este ya gran país un mucho más grande país? Sobre todo esto reflexionaba uno este jueves, por los pasillos del Congreso, mientras decenas de diputados ‘populares’ nos transmitían a los periodistas su indignación por la derrota del decreto-ley de la estiba portuaria y su vaticinio de que, así, unas nuevas elecciones generales son inminentes. Si he de ser sincero, no me acabo de creer esta escenificación amenazante. Pienso, más bien, que Rajoy, que en el fondo es un patriota, sabe que esas elecciones convienen poco a la nación, aunque a veces otras fuerzas, con su labor algo irresponsable, lo olviden; por eso, no las convocará. Solo le falta aplicar alguna medicina para que la Legislatura, que no está en coma, pero anda pachucha, sane: muchos comprimidos de negociación, negociación, negociación y una buena dosis de adelantarse en el proceso de cambios regeneracionistas parecen ser buenos remedios. Lo que no sabemos es si el doctor Rajoy será capaz de aplicárselos a sí mismo.

El doctor Rajoy y la Legislatura pachucha

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