Cuando ni el rey sabe muy bien qué tiene que decir en Navidad...

el rey tiene ante sí esta Nochebuena el mensaje más difícil en la historia de estos discursos desde 1976. ¿Qué tiene que decir, cuando aún no sabemos si, dos días después, habremos de afrontar una sesión de investidura, apoyada por la abstención de un partido, Esquerra Republicana de Catalunya, que ni reconoce al jefe del Estado ni, ya que estamos, al propio Estado en su actual configuración? Me parece que, en esta ocasión, lo que los españoles esperan del mensaje navideño es que sea algo más que una expresión de buenos deseos; probablemente nunca como ahora la coyuntura política fue tan complicada, tan necesitada de liderazgos claros, de certidumbres que hoy no se vislumbran.
España no puede permitirse el lujo de un desgaste en su Jefatura del Estado; bastante papelón ha de hacer el Rey, limitado constitucionalmente en su potestad de acción incluso en las consultas para la investidura, tras las que, haga lo que haga –proponer o no un candidato que no cuenta de antemano con los suficientes apoyos–, acabará siendo criticado por unos o por otros. O por ambas partes. Las fuerzas constitucionalistas se han ocupado poco de fortalecer la misión, la imagen y el significado de la Corona en una Constitución que es monárquica pero que, es de tener, será en parte gestionada por fuerzas de inequívoco signo republicano.
Y el caso es que no hay quien pueda informar al rey acerca de lo que va a ocurrir en los próximos días, en las próximas horas decisivas, cuando el Tribunal de Justicia de la UE anuncie su decisión acerca de la ‘inmunidad’ de Oriol Junqueras, el hombre sobre cuyos hombros presos pivota ahora el futuro de la Legislatura y quién sabe si del Estado.
Porque el propio Pedro Sánchez, que tan esperanzado se ha mostrado acerca de poder resultar investido ya el día 30, tras una angustiosa carrera de final de año, no puede en estos momentos garantizar al monarca lo que vaya a ocurrir con las decisiones últimas de ERC. Puede que ni el propio Junqueras, si es que tuviese comunicación con el jefe del Estado, fuese capaz de hacer una predicción certera: dependerá de las próximas horas y de esa asamblea de fin de semana de Esquerra, en la que casi cualquier cosa puede pasar.
Y mientras, la nación como en vilo. Se ha abierto una brecha difícil de cerrar entre algunas Comunidades Autónomas y el Gobierno central en funciones, según dijo este miércoles la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso; hay contenciosos contra la ministra de Hacienda en Andalucía, contra la titular de Justicia por parte de la Abogacía, contra las maneras casi nada transparentes de PSOE y Gobierno en la negociación de la investidura por parte de los periodistas, cada vez más limitados en sus funciones. Y eso, para no hablar del colectivo empresarial y de otros varios sectores profesionales, que, también insomnes, sienten que no pueden mantener mucho más tiempo un país en la parálisis.
Todo este embrollo (definición de un exdirigente socialista) no sé si puede ser obviado en el mensaje real, que es como un compendio, casi siempre amable, del año político. Ha sido 2019 un año tremendo, muy negativo para los intereses de España y, sobre todo, para su imagen internacional. Me temo que el rey, ese que vive otro annus horribilis, algo tiene que decir. Si le dejan.

Cuando ni el rey sabe muy bien qué tiene que decir en Navidad...

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