Cuando despertaron, los dinosaurios seguían allí

Varío algo, en el titular de este comentario, el contenido del cuento más corto de la historia, de Augusto Monterroso, porque son varios los líderes que despiertan este lunes poselectoral con la certidumbre de que no es un solo dinosaurio, sino muchos, los que siguen ahí, aparcados. Un dinosaurio es un problema muy gordo: ¿dónde lo metes? Porque no hay zoológicos para dinosaurios. Además, comen mucho y no hay quien los amaestre. O sea, como los problemas que nuestros representantes dejaron ahí, tras las elecciones. Y hoy, al ver el panorama tan del jurásico de nuestra política incapaz, estancada en el pasado como estos saurópsidos, no nos queda sino pensar en qué hacer para despejar el panorama. Porque casi todo aquello que dejamos en el pre-10N sigue ahí, como el bicho de Monterroso.

Algunos de nuestros representantes, o aspirantes a serlo, se nos antojan también un poco como del período triásico, pese a que son los más jóvenes de la historia de nuestra aún poco consolidada democracia. Quiero decir que las urnas imponen, además de una renovación de rostros, una modificación de las costumbres políticas y, sobre todo, de la relación del representante con el representado, del dirigente político con eso tan olvidado que se ha dado en llamar ciudadanía. Mientras no entiendan que lo importante no es la supervivencia del partido, sino la de la nación, no habremos entendido nada. Hasta que no superen los vetos personales, los miedos y la pereza a la hora de la renovación, seguiremos anclados en épocas muy pretéritas. Y ya no nos queda tiempo para andar mirando hacia atrás, creo.

Claro, este domingo no se podía votar por las grandes coaliciones, ni por los gobiernos de concentración, que serían casi un gobierno de salvación nacional: ahí está el dinosaurio-problema catalán, que no crea usted que porque permitiese --tras no poca controversia entre los ‘indepes’ más fanáticos-- votar en los colegios de Cataluña ha decidido desaparecer. Lo mismo que algunos fósiles en nuestra legislación, comenzando por la normativa electoral. O la desigualdad. O la dicen que inminente recesión económica. Los dinosaurios, como todos los saurios, son tenaces: duran mucho. Se resisten a extinguirse. Y solamente la coalición de los cavernícolas logra vencerlos. Pero eso no puede votarse, ya digo: las papeletas solo nos dejan votar a los partidos y, encima, en plan cerrado y bloqueado.

A saber ahora lo que harán los jefes de nuestras cavernas. Más de una vez se ha dicho, y lo comparto, que de esta no salimos sino con una coalición. O con algún tipo de pacto transversal, que nos aleje de las dos Españas a derecha-izquierda. O sea, algún acuerdo de centro-derecha o de centro-izquierda. Es lo que no supo entender, ignoro por qué, Ciudadanos, que estaba ahí para facilitar uno u otro tipo de gobierno, con el PP o con el PSOE. Albert Rivera se empeñó en ser él el gran dinosaurio, y ahí tienen ustedes el resultado. El ‘no es no’ es, simplemente, un dislate cuando hablamos de política, un error del que quienes lo cometen siempre acaban arrepintiéndose. Y girando ciento ochenta grados, pero siempre demasiado tarde..

Ha llegado la hora del ‘sí es sí’. De terminar con este parque jurásico que consiste en acudir a las urnas casi una vez al año, con las mismas reglas electorales que impiden la formación de mayorías, manteniendo así la inestabilidad. Ahora es el momento de llegar a acuerdos entre extraños compañeros de cama, como decía Churchill que era la esencia de la buena política, y darnos una legislación capaz de defender al Estado, no propicia, como ahora, a destruirlo. Un gran acuerdo entre quienes se dicen constitucionalistas para una Legislatura abreviada que regenere el país. O, si no son capaces de eso, que hagan lo que al final no les quedó otro remedio que hacer a los dinosaurios: que se extingan políticamente para dejar paso a otros animales (políticos) no tan prehistóricos. Ni tan duros de mollera.

Cuando despertaron, los dinosaurios seguían allí

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