Cambio de hora: marcha atrás

o olvide que este domingo cambia la hora, para dar marcha atrás. Llevamos, en realidad, todo una semana con el reloj no parado, sino mirando por el retrovisor. En lugar de adelantar la hora hacia la modernidad, la atrasamos hacia un renacer del franquismo –esperemos que se olvide ya a esta figura, que tan malos recuerdos nos trae a muchos– y en busca, algunos, de una llamada plurinacionalidad que a la mayoría nos representa poco. Y así, entre invocaciones de “vade retro, antiespaña”, y despliegues de banderas rojigualdas que baten récords por su peso y tamaño, se nos ha ido este fin de semana de pre-campaña y de manifestaciones encontradas. Las dos Españas, ya digo: la que siempre anda cambiando las agujas del reloj para caminar hacia atrás y la que pretende adelantarlo, a veces en demasía.

Constato la preocupación de algunos sectores, conservadores quizá, pero algunos no tanto, ante la constatación de que Quim Torra, convocando en Barcelona a dirigentes de partidos independentistas minoritarios –no, el PNV no quiso acudir a la llamada: Iñigo Urkullu sigue siendo un gran político–, trata de erigirse en el líder del hostigamiento a eso que quiere destruir y que se llama España.

Cierto que algunos de esos sectores con razón preocupados, los más cavernarios, tratan de involucrar también al PSOE en eso que llaman “antiespaña”, porque en algunos municipios y comunidades los socialistas mantienen acuerdos de gobierno bien con Bildu, o con el Mes balear, o con Esquerra Republicana. Me parece que eso tiene más que ver con ciertas “campañas mediáticas” contra el PSOE, ahora que llegan las elecciones, que con un análisis sereno y frío de la actualidad política. Pero, en fin, ya lo vemos a través de las manifestaciones que enarbolan tan diferentes banderas: el país es plural, demasiado plural quizá para llegar a un entendimiento constructivo, que es lo que nos hace falta.

No estoy del todo seguro de que, de haber podido, yo me hubiese unido a la manifestación ‘constitucionalista’ de este domingo en Barcelona; no me gustan las acciones que se hacen “a la contra”. Desde luego, nunca estaría presente en el despliegue de la gran bandera de Vox en la plaza de Colón. Y rechazo con toda mi alma las salidas de tono de las marchas ‘indepes’ en Cataluña, siempre asomadas, aunque sus organizadores digan no quererlo, a algún brote de violencia.

Me parece, y lo digo pensando, claro, en las “manifas”, pero sobre todo en las elecciones que nos vienen, que son mayoría los españoles que prefieren “conllevanza” y entendimiento a enfrentamiento y rencores. Lo que ocurre es que aún no sé cómo se plasma eso en las urnas. A ver si alguien tiene el acierto y el coraje de explicárnoslo antes del 10-N. De momento, lo que toca, parece, es atrasar el reloj: ¿cuándo llegará el momento de adelantarlo? Porque esperar otros seis meses se me antoja harto largo.

Cambio de hora: marcha atrás

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