La presidenta que no fue

Aut Caesar aut nihil, O César o nada. César Borgia, el célebre príncipe-condotiero, hijo de papa y cuñado de rey, hizo de esta expresión el lema de su corta pero agitada vida. A lo que parece, Soraya Sáenz de Santamaría otrora todopoderosa vicepresidenta del Gobierno de Rajoy, llevaba en su cabeza uno parecido. Por eso ha renunciado a seguir en política. Tras perder la elección para ocupar la presidencia del PP se vio enseguida que no tenía intención de aceptar ninguno de los cargos que le ofrecía Pablo Casado, su vencedor.
Tras el anuncio de la moción de censura, cuando Pedro Sánchez ofrecía retirar la moción si Rajoy presentaba la dimisión, quien en la España democrática había acaparado más poder que ninguna otra mujer dedicada a la política, quizá acarició la idea de que podía acabar siendo la primera mujer en alcanzar la Presidencia del Gobierno. Pudo ser la sucesora. La moción pretendía remover a Rajoy. Una vez presentada la dimisión los grupos que la apoyaban habría aceptado que siguiera gobernando el PP hasta acabar la legislatura. En aquel momento, salvo Ciudadanos, que vivía un apasionado romance con las encuestas, ninguna de las restantes fuerzas tenían mayor interés en que se celebraran elecciones. 
Pero la ensoñación duró poco. Apenas las seis horas que un Rajoy en estado de shock permaneció ausente del Congreso perdido en la sobremesa de un restaurante. Rajoy no quiso quedar como el único “pagano” de los casos de corrupción que cercaban a su partido y al optar por no dimitir, entregó las llaves de La Moncloa a Sánchez. La traición del PNV había facilitado la jugada y en cuanto los diputados empezaron a votar, Sáenz de Santamaría empezó a recoger la mesa de su despacho y a olvidar los números directos para conectarse con el director del CNI. Su fuente de poder se había secado. 
Pero, fiel al lema, intentó disputar la presidencia del PP. Venció en el primer asalto. Después, entre los compromisarios, con la ayuda de los partidarios de Cospedal, Casado se hizo con el título. Aquella noche se acabó para ella la política. Quien lo había sido todo, pasando desde el nivel 30 de la Administración, hasta llegar a ser vicepresidenta del Gobierno, no podía aceptar una tarea ancilar. Se va con elegancia. Sin criticar a nadie. 

La presidenta que no fue

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