Juego sucio

No está todo dicho sobre el origen del Estado Islámico, la organización terrorista que ha reivindicado los últimos atentados que han conmovido a Europa. Entre los cabecillas que rodean a Abu Bakar al Baghdadi, el autoproclamado “califa”, han sido identificados antiguos militares de rango en el Ejército de Sadam Husein. La disolución de las Fuerzas Armadas iraquíes dejó en la calle a miles de cuadros expertos en el manejo de las armas. Otros pasaron por campos de detención donde coincidieron con líderes religiosos. 
La prisión hizo extraños compañeros de viaje: islamistas suníes radicalizados y antiguos seguidores del Baaz, el partido socialista laico dirigido por Sadam. La formación en Bagdad de un gobierno con predominio de ministros chiíes activó la creación de grupos de oposición que recibieron ayuda de Arabia. La contienda entre suníes y chiíes en disputa por la hegemonía religiosa encontró un nuevo foco en la situación geopolítica de la región. La guerra civil siria y la entrada de nuevos actores en conflicto favoreció las condiciones para el desarrollo de esta milicia terrorista que ocupó comarcas enteras en Siria e Irak.  
La presencia en algunos de esos territorios de población kurda estableció otro ramal del conflicto. Los kurdos, etnia repartida por Turquía, Siria, Iraq e Irán, llevan décadas luchando por su independencia y en esa lucha siempre ha tenido enfrente a Turquía. Desde el inicio de la guerra civil en Siria, las milicias kurdas fueron vanguardia armada contra el Estado Islámico. “Los enemigos de mis enemigos, son mis amigos...”, por eso Ankara mira para otra parte antes y no impide la exportación ilegal de petróleo a través de su frontera, petróleo que financia al Daesh. Arabia Saudí y Turquía juegan un papel oscuro en este conflicto. La comunidad internacional debería emplazar a Riad para que ponga fin a la esquizofrenia que le lleva a requerir y depender de la protección militar y política de Washington al tiempo que financia a imanes radicales que predican el odio a Occidente y sus valores democráticos. Convendría, también, aclarar el papel de Turquía. Saber quiénes son amigos y quienes fingen serlo.

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