Convocar elecciones

Con mayor o menor porcentaje, las últimas encuestas publicadas reflejan que son mayoría los ciudadanos que quieren que se convoquen ya las elecciones legislativas. Era el compromiso que asumió Pedro Sánchez el pasado mes de junio cuando consiguió llegar a la Presidencia del Gobierno merced al triunfo de la moción de censura contra Mariano Rajoy. Desde entonces le persigue una frase que pronunció desde la tribuna del Congreso: “Convocaré elecciones cuanto antes”. Un compromiso que hasta la fecha no se ha visto refrendada por la realidad.

Sánchez que tiene en su currículo de secretario general del PSOE dos derrotas sucesivas en elecciones generales, teme a las urnas. O cuando menos, a la manera del gato escaldado, guarda distancia. Toda su acción desde el Gobierno está orientada hacia un modelo de estrategia de comunicación en el que priman decisiones orientadas a pescar en el caladero de la izquierda en el que patrulla Podemos y a congraciarse con antiguos votantes socialistas que en su día dejaron de apoyar al partido bien por ser partidarios de Susana Díaz, bien porque su descontento procedía del rechazo a la política de Sánchez respecto a los separatistas catalanes.

Sánchez rehuye cumplir su compromiso y dilata la convocatoria a las urnas porque pretende ganar tiempo. Sus continuos viajes por el extranjero, lo que tirando de ironía el diputado de Ciudadanos Juan Carlos Girauta ha llamado “turismo político”, le sirven para mantener una imagen de dinamismo que desemboca en el escaparate de la televisión. Forma parte de un registro muy conocido de la técnica de reforzamiento del poder: el culto a la personalidad del líder. Andar de gira por el mundo ofrece una ventaja adicional que consiste en alejarse de los problemas concretos de la política española dejando a sus colaboradores la lidia de los asuntos domésticos. En este punto tal parece como si hubiera hecho suyo aquel decir de Baltasar Gracián que aconsejaba saber desviar a otros los males. Tener en quien recaiga la crítica por los desaciertos. Para ilustrar lo dicho bastaría repasar la lista de las rectificaciones y salidas de la vicepresidenta Carmen Calvo para justificar los frecuentes cambios de rumbo del Ejecutivo.

Pero lo hechos son tenaces. Y la crisis catalana –abierta y sin perspectivas de solución ni siquiera a medio plazo–, más las réplicas del tsunami sufrido por el PSOE en Andalucía, más pronto que tarde obligaran a Pedro Sánchez a hacer lo último que le apetecería: convocar elecciones. Por el bien del país, ojalá que sea cuanto antes.

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