Promesas incumplidas

lgunos analistas geopolíticos están alarmados por el giro que está tomando la política turca, pues todo indica que su lealtad con Occidente está llegando a su fin. 
Pero vamos analizarla por partes. Turquía pertenece a la OTAN desde el año 1952, por lo tanto, es uno de sus socios fundadores. A partir de ese momento, gobernara quien gobernara en Ankara, fue una fiel y abnegada aliada de esta organización militar; aunque eso tampoco la pudo salvar de varios golpes de Estado. El último intento fue en el año 2016 en el cual una parte del ejército trató de derrocar –y quizá eliminarlo– al actual presidente del país, Recep T. Erdogan. 
De todos modos, el problema de Turquía no es su pertenencia a la OTAN –sería un error creer eso–, sino la promesa fallida de los europeos de incorporarla a la Unión Europea; desde que firmó en 1963 el acuerdo de asociación con la CEE todavía está esperando entrar. 
La realidad es que Europa siempre le ha puesto palos en las ruedas a los turcos. Cuando no es por una cosa es por la otra, cuando no son los valores es la democracia o la libertad de prensa. En Bruselas siempre encuentran “razones” –y si no las inventan– que justifiquen mantenerles la puerta cerrada. O entreabierta para después volvérsela a cerrar. Es como un juego que conlleva un engaño permanente. Y la verdad, de la verdadera, es que ni París ni Berlín quieren que Ankara esté dentro del club.
En el fondo los turcos conocen desde hace tiempo el juego engañoso que se traen los europeos con ellos. Aun así, los gobiernos que pasaron por Ankara decidieron seguir en esa partida sin levantarse de la mesa. Pero todo eso cambió con la subida al poder de Recep T. Erdogan, este hombre parece que llegó a la conclusión de que la abnegada lealtad turca no había servido para nada, por lo tanto, decidió abandonar el juego. Eso sí, no sin antes propinarle tal patada al tablero que hizo que sus fichas saltaran todas por los aires.
Otra de las razones que impulsaron a este hombre, de religión musulmana y admirador del Imperio Otomano, a alejarse de Occidente fue lo ocurrido en Siria. Los hechos lo convencieron de que fue utilizado para fines distintos a los intereses turcos. Al principio de la guerra colaboró de lleno con los occidentales, llegando incluso a traicionar la amistad que le unía con el que fuera su amigo, Bashar al-Ásad. Al parecer había un plan para trocear Siria, con lo cual es más que probable que le prometieran parte del territorio de ese país si colaboraba.
Pero un día aparecieron los rusos en apoyo de su aliado sirio dando al traste con esos planes. Uno deduce, por las evidencias que hay, que fue en ese momento cuando le dijeron al presidente turco que tenía que paralizar todos sus apoyos armados y logísticos a la oposición armada siria. Así que, de repente le obligaron a cambiar radicalmente de planes, lo que significaba que ya no podría aspirar ni a los beneficios económicos ni a los territoriales prometidos como botín de guerra. Se supone que el enfado del otomano debió ser mayúsculo, tanto, que es muy posible que eso le hiciera adelantar sus planes. 
Aunque en realidad fueron varios los acontecimientos que lo hicieron cambiar de orientación. Porque además de sentirse engaño por los europeos y por lo que sucedió en Siria, también influyó en su pensamiento el sospechoso intento de golpe de Estado en su contra y el otro golpe que derrocó a su amigo ideológico, el presidente egipcio Mohamed Morsi. Es obvio que todo ese cúmulo de sucesos hizo que repensara su postura pro-occidental .De momento parece que se siente cómodo jugando en dos canchas. Es como decir ¡cuidado con lo que hacéis!, si me presionáis me paso a la competencia.
Para terminar. En todas estas disputas geopolíticas hay algo muy curioso y que puede parecer no relevante. Turquía en este momento tiene de “vecinos” a los rusos por el norte y por el sur. Desde hace tiempo su frontera norte está vigilada por soldados rusos para proteger a Armenia y ahora también los tiene patrullando la frontera turco-siria. En todo caso, el país otomano todavía permanece en la órbita occidental. Aunque nadie sabe por cuánto tiempo.

Promesas incumplidas

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