Poderoso caballero

Hay cosas que inevitablemente le recuerdan a uno el famoso poema de Quevedo, como lo  que hace la UE. Aunque en Bruselas digan que China es un rival sistémico, que promueve modelos alternativos de gobernanza, parece ser que no hay más remedio que hacer negocios  con ellos. El dinero manda.
Es por eso que no se percibió un ambiente de gran felicidad en el encuentro que sostuvieron la semana pasada Merkel, Macron y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, con el presidente chino, Xi Jinping. Los europeos mostraban caras de circunstancias, con sonrisas forzadas, protocolarias. Se les notaba preocupación. Era algo así como quiero y no quiero. 
Parece ser que esta ya no es la China que aguantó con paciencia confuciana que le bombardearan por “error” su embajada en Belgrado, cuando la campaña aérea de la OTAN contra Serbia. Pero dejando ese pequeño detalle a un lado, es cierto que el gigante asiático promueve nuevas formas de intercambios comerciales, de transacciones que no están en el ADN occidental. De ahí la gran preocupación de una Europa que está viviendo en otra época. 
Desde hace tiempo la cultura comercial del norte rico con otros estados, especialmente con los débiles, se caracterizó en maximizar ganancias, sin importar el daño o las pérdidas que pudieran infligir sus empresas a la otra parte. Una visión muy liberal del mercado que, además, siempre favorece al más poderoso. 
El enfoque de China es diferente. Sus relaciones económicas con el mundo, parten –al menos de momento– de una visión distinta, que es la que ya hemos mencionada en otros artículos y que ellos  llaman “ganar-ganar“.  En ese intercambio ellos están dispuestos a que gane también el otro, lo cual es difícil entender en una mente occidental. 
Creen que si también gana el otro eso va a generar crecimiento, por tanto, más ganancias que con el tiempo se traducirán en bienestar para todos.  Y esa visión choca frontalmente con los “valores” de las multinacionales occidentales, acostumbradas siempre a quedarse con la parte del león.
El ejemplo lo tenemos en África. Durante años los europeos se llevaron de aquel continente las materias primas a precios de saldo, corrompiendo incluso a las élites tribales locales o cambiando gobiernos. Los chinos no. Ellos, además de negociar un precio razonable, les construyen carreteras, vías férreas, hospitales, los entrenan en habilidades sociales, administrativas y tecnológicas. 
Por lo tanto, mientras los occidentales no entendamos que lo conveniente, lo inteligente y lo humano no es aprovecharse de la debilidad del otro, sino incluyéndolo y ayudándolo, seguiremos sin entender a los chinos. Mientras pensemos que el negocio estriba en promover enfrentamientos, guerras y destrucción, continuaremos transitando por sendas equivocadas y llenas de riesgos. 
Y eso lo estamos comprobando con el goteo constante de refugiadas que están llegando a las costas europeas, provocado precisamente por esas políticas. Unos refugiados que,  por cierto, ahora nadie quiere, pero que son la consecuencia directa de las marrullerías occidentales. De un modelo que algunos llaman “nuestros valores” y que tanto temen perder.
La realidad es que esa clase de políticas no pueden tener un final feliz, ni siquiera para los que las promueven. Pero en Europa se resisten a cambiarlas. Tan es así, que incluso aquellos que hablan de refundar la UE lo hacen pensando en seguir con las viejas fórmulas.
Es cierto que Europa tuvo todas las papeletas para ser una superpotencia, cosa que ya nunca lo será, pero los que soñaron con elevarla a tal categoría lo querían hacer poniendo en valor  el antiguo modelo colonial. Pero disfrazado. Un pensamiento que, además, no es solo de los partidos liberales de derechas, como muchos pueden pensar, sino que lo es también de mayoría de los de izquierdas. Porque en el fondo siguen arrastrando esa falsa idea cultural de una supuesta superioridad europea.
Y eso es un problema. El otro es no querer aceptar que Europa, a pesar de su riqueza, se encamina a ser un convidado de piedra en la construcción del nuevo orden mundial que se avecina.

Poderoso caballero

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