Navidad

a tradición dice que estos días deben ser de sana alegría, de compartir, de deseos de  paz y amor para el mundo, bellos deseos que casi nunca coinciden con la realidad. Lamentablemente.
Y no se trata de la eterna polémica de si el niño más famoso del mundo occidental nació en la fecha que se dice, o si la estrella que guió a los tres reyes de Oriente era real o la cola de un cometa, como aseguran algunos investigadores, ni siquiera se trata del componente religioso que pueda tener el mensaje, sino de la pérdida  en el mundo occidental del conocido  “espíritu navideño”. Un espíritu que fue transformado en una falsa felicidad por un dios intruso llamado Consumo. 
El otro día por casualidad pude ver en una cadena de televisión, de esas que se dedican a viajar por el mundo, las groseras extravagancias de algunos de los mega-millonetis que habitan en la City londinense. Uno de ellos decidió colgar en su abeto de Navidad una estrella de Belén con diamantes incrustados con un valor cercano a los 300.000 euros, todo con el propósito de demostrar a sus invitados, también millonetis, su poder económico, jactándose de que la “fiestecita” de marras le iba a costar medio millón de euros. 
Pero como dice un amigo ¡que no han de hacer esta gente! Y es cierto, si hasta los de abajo, aquellos que sus economías ni siquiera les permiten llegar a fin de mes, se ponen nerviosos y estresados, pensando  en la posibilidad de que el banco no les conceda un préstamo para financiar estas fiestas; esas cosas nos dan la medida a donde estamos llegando. 
El vendaval consumista está arramplando con tradiciones, cultura, religión, ideologías, sentimientos, todo  lo está trasmutando, podría muy bien catalogarse como un arma de destrucción masiva, puesto que si no le ponen coto terminará por devorar todos los recursos del planeta. Es cuestión de tiempo.
Lo peor es que nadie quiere hacer sacrificios reales para eliminar esta locura, todos queremos seguir consumiendo. A lo mejor es que hay pocos “hombres de buena voluntad”, recordando el mensaje navideño, para cambiar las cosas; aunque sospechamos que nunca hubo muchos. 
La realidad es que la cultura del consumo está creando en la psicología colectiva nuevas y falsas necesidades, adornadas con falsos valores. Tanto es así, que las personas pasamos a ser pura mercancía, nos transformaron en “cosas”. Nos cosificaron. Y como todos sabemos las cosas tienen precios diferentes, por lo tanto, cada  uno de nosotros tenemos uno, que está directamente relacionado con la capacidad económica que tengamos para consumir.     
Es por eso que uno alberga serias dudas acerca de los mensajes relacionados con la salvación del planeta. Lo decimos porque estos días se estuvo celebrando en Madrid la Cumbre del Clima, representada por la niña estrella, Greta Thunberg. Y aquí llega la primera gran contradicción. ¿Cómo es posible conjugar la locura consumista de este mes, y  de todos los del año, con el relato climático?  Está claro que no se puede estar en misa y repicando,  hay demasiadas piezas que no encajan en este puzle.
Así que, no es difícil llegar a la conclusión de que ni la vetusta aldea de Belén, ni el significado del humilde pesebre con aquel niño, guardan relación alguna con lo que nos está ofreciendo en su nombre la despiadada cultura del consumo. Bien mirado, la parafernalia consumista resulta insultante no solo a la inteligencia, sino también a los creyentes sinceros; que algunos quedan. A lo mejor la tristeza que experimentan algunas personas por esta época tiene que ver con eso.
Para terminar. Está claro que estas celebraciones se han convertido en una bacanal del consumo. Un ejemplo, son las iluminaciones faraónicas que montó en Vigo su alcalde, donde, según dicen, los servicios sociales carecen de fondos para ayudar a las personas sin techo, pero sí los hubo para hacer que vengan decenas de miles de turistas a ver el circo de luces y de paso depredar más, algo que contradice el espíritu navideño y cristiano. Hay cosas que son difíciles de entender. Como decía el Dios de Curros Enríquez al final de unos famosos versos  “… si eu fixen tal mundo que o demo me leve”.

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