Mando a distancia

Todos los días hay debates sobre la actualidad política en diferentes cadenas de radio y televisión, algunos incluso acalorados. Pero ¿son auténticos? ¿Informan? 
Alguna gente piensa que no. Cree que esas mesas redondas están orientadas para controlar al ciudadano de a pie, con el objetivo de que no intente salirse del corral como hacen los niños pequeños.
Ciertamente, el formato de discusión establecido es un tanto sospecho. Es como si hubiera dos equipos escenificando un guión: uno de derechas y otro de izquierdas. En la mesa se genera un supuesto enfrentamiento, como si los panelistas trataran de seguir un libreto destinado a construir falsos estados de opinión. 
La realidad es que hay mucha deformación en una gran parte de los temas que tratan, pues los análisis están manifiestamente orientados para producir miedo e inseguridad en la pisque colectiva. Y eso hace que se formen análisis equivocados, los cuales inducen a la gente para que siga votando a partidos que cree que le darán más seguridad. 
No debemos olvidar que la incertidumbre y el miedo producen siempre mucha inquietud en el ser humano. Por instinto de conservación amamos la seguridad y, por lo tanto, la sola idea de perderla nos aterra. 
Y esa es la primera estrategia que utilizan aquellos que quieren que todo siga igual, que nada cambie para continuar haciendo lo les venga en gana. Y la segunda es la confusión. Por lo tanto, miedo y confusión son dos elementos importantes para ejercer el control social, dominar la situación. Estrategia que funciona en la mayoría de los casos como un reloj suizo, produciendo resultados asombrosos. Lo podemos comprobar en las contiendas electorales de diferentes países. Por ejemplo ¿quién iba a pensar que Jair Bolsonaro iba a tener posibilidades reales de ser el próximo presidente de Brasil? 
Aunque el fenómeno que está ocurriendo en ese país no es tan extraño, porque no es fruto de la casualidad, sino precisamente del miedo y la confusión que fue orquestado por las élites, que son las que dominan los medios de comunicación nacional. Y también, todo hay que decirlo, por los cerca de cuarenta millones de ex pobres, que gracias a Lula da Silva pasaron a ser clase media, y que ahora al creerse ricos se han vuelto conservadores.
El control de los medios produce milagros. Tan es así, que son capaces de moldear o secuestrar la voluntad popular a la hora de votar; solo aquellas personas con cierto grado de conciencia social o espíritu crítico se resisten a caer en su trampa. 
Pero tampoco es para creer que toda la gente que vota en contra de sí misma es analfabeta. No es así. Pensarlo, sería no analizar correctamente el problema. Ante todo, no hay que olvidar que tenemos un modelo cultural que alimenta y mima continuamente la confusión y el miedo. 
Y eso hace que la voluntad popular sea controlada por una especie de mando a distancia, que es para lo que sirven los medios en este caso. Es por eso que mucha gente acepta como verdades incuestionables lo que le dicen sus medios afines. O algunos panfletos digitales que más que informar, trabajan a tiempo completo esparciendo veneno en mentes confusas.
La confusión es tanta que se piensa que la libertad de expresión es escribir cuatro barrabasadas en las redes sociales, o dedicarse a propalar insultos contra algunos políticos. Y en eso no importa el nivel de educación, pues hay gente con formación superior que posee una capacidad analítica cercana al cero. Repiten como cuan papagayos lo que dicen algunos de esos pasquines digitales. 
Pero así está el patio. Por eso no debería de extrañarnos que estén creciendo como la espuma en algunos países europeos los movimientos de extrema derecha; impensable hace algunos años. Eso lo único que indica es el gran fracaso del neoliberalismo y también de una buena parte de la izquierda, que decidió en su momento subirse a ese caballo.  
Así que, en ausencia de un proyecto político nuevo, que combine valores, identidad y justicia social, no es de extrañar que alguna gente se esté refugiando en las “casas de acogida” del nacionalismo. Un sustituto peligroso.

Mando a distancia

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