Macron y sus cosas

l presidente francés continúa haciendo declaraciones que sorprenden. Lo que no sabemos es si algunas las hace para molestar a Trump o bien porque quiere enviar un mensaje a los demás países europeos de que se avecinan cambios en la política exterior francesa. 
No hace tanto que dijo que Occidente estaba dejando de ser el centro del mundo. Al poco tiempo declara que Europa necesitaba tener un ejército propio para no depender de la OTAN, afirmando un tiempo después que el “cerebro” de esta organización militar estaba muerto. 
Aunque su última salida de tono fue el “consejo” que le dio hace solo unos días a su amigo Putin, diciéndole que Rusia tiene tres vías posibles de desarrollo. La imperial, que tendría unos costes económicos muy elevados que ese país no podría afrontar; la euroasiática, que implicaría convertirse en vasalla de los chinos; y la europea, que según el francés sería la mejor de las opciones. Dando a entender que juntos podrían hacer muchas cosas. 
A todas estas el portavoz del Kremlin le respondió con cierta dosis de cinismo –no se puede interpretar de otra manera–, diciendo que allí aprecian mucho sus consejos, pero que, de todos modos, la cooperación con Europa está recogida en el plan de Putin, como lo está también África, el Lejano Oriente y el sureste asiático. 
Algunos dicen que las manifestaciones de Macron no dejan de ser un síntoma de la posición delicada que está viviendo Europa, la llamada posición “sándwich” y que no sabe cómo salir de ella. Lo que explicaría, al menos en parte, que en los centros de poder europeos se esté utilizando una filosofía muy gallega: la de esperar y ver qué pasa.
El problema es serio. Habida cuenta de que el modelo mundialista, al que con gran ímpeto se sumaron las élites europeas, está viviendo una crisis profunda. Un modelo que dicho sea de paso es el que defiende el presidente francés. O defendía. Porque en un mundo de cambios económicos y tecnológicos tan dramáticos como los que están ocurriendo, los políticos también cambian sus ideas como si fueran ropa interior de quita y pon; hoy las lealtades duran lo que duran.
En cuanto a la OTAN hay que aclarar que aunque Macron diga que su cerebro se encuentra en estado comatoso, eso tampoco significa que mañana vaya a morir su cuerpo. Lo que sí es muy posible que en actual formato no pueda sostenerse por mucho tiempo, sobre todo, si finalmente se ve obligada a expulsar a Turquía, que es lo que puede suceder en un futuro. Pero esa es otra historia. 
Y en cuanto a los posibles escenarios que el presidente francés contempla para Moscú, no dejan de ser otra quimera. 
Se supone que su amigo Putin valoró los riesgos de su asociación estratégica con los chinos; al menos es lo que se desprende de la información que hay disponible. 
La realidad es que Macron se empeña en reducirlo todo a las relaciones “Moscú-Beijing”, sin embargo, cualquier aprendiz de geopolítica y razonablemente informado, sabe perfectamente que el “proyecto” del Kremlin no se limita solo a las relaciones con China, sino que está tratando –quizá para cubrirse las espaldas de los chinos–  de construir equilibrios, lo que allí llaman la “Gran Eurasia”, que incluye a países como la India, Turquía, Irán, Pakistán, Corea, Vietnam y otros.
Por otro lado, no hay que olvidar que Europa y China, esta última en mayor medida, dependen del gas ruso y de otros recursos naturales. Todo esto, añadido al poder militar creciente de los últimos años, y también a un avance científico-tecnológico silencioso en marcha, le brinda al Putin la posibilidad de arbitrar varios partidos a la vez. 
De todos modos, hacer valoraciones o pronósticos sobre Rusia resulta siempre ser muy complicado. Macron parece que olvida las palabras de Churchill, cuando dijo que ese país era un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma.
Pero dejando esta famosa metáfora a un lado. Sin duda, las valoraciones del francés, tanto acerca de la OTAN como de Rusia, están relacionadas entre sí; en estos casos la casualidad no existe. Por la sencilla razón, de que vivimos tiempos en que todo tiene que ver con todo,  querámoslo o no todo está relacionado.

Macron y sus cosas

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