Himnos

Hay himnos religiosos, militares, de partidos políticos, está el que representa al país, hasta los clubs de fútbol poseen uno. Todo himno está hecho con el propósito de estimular o activar emociones que puedan ser relacionadas con algo.  

Esto viene a cuento porque haces unos días en un coloquio radiofónico, un grupo de tertulianos y tertulianas debatían el porqué existe tanto rechazo en España al actual himno nacional, especialmente desde  sectores de la izquierda.

Todo tiene una explicación. Para empezar, las emociones no se pueden forzar, es decir, no se puede obligar a nadie a emocionarse al escuchar un determinado himno. Porque, además, los himnos que de verdad llegan al corazón son aquellos que son asumidos sin presión, libremente, los que la gente hace suyos por diferentes razones.   

La Marsellesa, por ejemplo, en principio fue una marcha militar escrita por Joseph Rouget de Lisle, capitán del batallón  “Enfants de la patrie”, para el ejército del Rhin. Pero el pueblo llano la hizo suya. 

La historia nos cuenta que en 1792 un grupo de voluntarios de Montpellier y Marsella la cantaron antes de entrar en París. Aquel canto se hizo tan popular entre los parisinos que la bautizaron como La Marsellesa. Convirtiéndose más tarde, cuando se celebró el sexto aniversario de la revolución, en el himno nacional de Francia. Y hoy es uno de los más populares del mundo.

Sin embargo, la Marcha Real o Marcha Granadera, que es como se llama el himno nacional actual, nunca gozó de tal arraigo entre las clases populares. Sobre todo desde la sublevación del teniente coronel Rafael del Riego en Las Cabezas de San en 1820. El que sí se hizo popular fue el texto que escribió Evaristo Fernández de San Miguel, que fue otro de los militares sublevados con Riego.

Como nota curiosa, fue este último –el llamado de Riego–  y no la Marcha Real el himno que tuvo España en el Trienio Liberal (1820-1823). Los liberales se lo impusieron al rey Fernando VII. Aunque más tarde este tirano vende patrias se desquitó sembrando el terror en todo el país.

En todo caso, un himno para que el pueblo lo considere suyo, por lo general tiene que estar asociado a una gesta heroica o revolucionaria. Porque cuando es patrimonio de unos pocos o bien se relaciona con una época oscurantista el rechazo viene por añadidura. 

Y como el Himno de Riego encarnó tendencias políticas liberales, de hecho nació con ellas, que en aquel momento significaban posturas abiertamente revolucionarias se hizo muy popular entre las clases bajas.  

Así que, existen razones de peso más que suficientes que explican claramente que tanta gente lo haya sentido –y lo siga sintiendo– como suyo. Y que, sin embargo, perciba la Marcha Real sin apenas emocionarse.

Empezando porque ésta no tiene ni letra, pues es uno de los cuatro himnos del mundo que carece de texto. Los otros son los de Bosnia y Herzegovina, San Marino y Kosovo. 
Es obvio que un himno sin letra está falto de algo. Un texto bien escrito, que proyecte fuerza y que vaya acompañado de una buena música tiene más posibilidades de tocar la parte emotiva y sensible de las personas.

Aunque bien es cierto que en estos tiempos la Marcha Real no simboliza lo que fue, sino que representa una monarquía constitucional, dinámica y moderna, sin embargo, sigue asociándose con la nobleza y las clases adineradas, pero sobre todo con el régimen de Franco. 

Por contraste, el de Riego recuerda a los que lucharon y murieron por la patria y la libertad. Incluso, en cierto modo, es más antiguo que la Marcha Real, pues ésta aunque es del siglo XVIII no fue hasta 1908 cuando se convirtió en el himno nacional mediante una Real Orden Circular, fechada el 27 de agosto de ese mismo año; hasta ese momento solo era un toque militar que anunciaba la llegada del Monarca.

De alguna manera los himnos, para que el pueblo los adopte como suyos, deben estar relacionados con grandes gestas colectivas, que son las que de verdad hacen agitar por dentro a las personas. Por ejemplo ¿quién puede permanecer impasible ante los acordes de La Marsellesa? Poca gente.

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