Habemus presidente

Ya tenemos presidente. ¡Al fin! Ya era hora, mucha gente empezaba a cansarse. Comprensible. Aquí no estamos acostumbrados ni a tener gobiernos de coalición ni a un presidente en funciones durante tanto tiempo.

Pero es bueno que nos vayamos acostumbrando. Aquello de ahora te toca a ti y después a mí parece ser que está llegando a su fin. Las situaciones cambian, el mundo cambia, además, son otras las maneras de entender la política; aunque algunas de ellas no nos gusten. 

Por lo tanto, la gobernabilidad de la España del futuro tendrá mucho que ver con los gobiernos de coalición, bien sean de derechas o de izquierdas. Es cierto que los de la vieja guardia del bipartidismo añoran aquellos años “gloriosos”, lo cual es comprensible porque eran los amos del chiringuito nacional.

En todo caso, los gobiernos de coalición tienen sus ventajas, pero la más importante –lo hemos dicho otras veces– es que se vigilan los unos a los otros, con lo cual ayudan a sanear el sistema. Son una suerte de cortafuegos para que las llamas de la corrupción no acaben calcinando la democracia. 

De todos modos, para arreglar los grandes problemas de este país se necesita algo más que gobiernos de coalición, se necesita diálogo y compromiso con otras fuerzas, como sucedió en Bélgica. Y por lo que hemos visto en la sesión de investidura de Pedro Sánchez no hay demasiadas esperanzas de importar el estilo belga. Existe un ambiente enrarecido, de guerra civilista política. Parece que no aprendemos. 

Aunque eso tampoco debería extrañarnos. Aquí nunca hubo demasiada comprensión ni diálogo, salvo aquel breve y excepcional período de la transición. Es como si dialogar significara debilidad o nos produjera urticaria. Y dialogar siempre es sano, por lo tanto, no debería interpretarse como una debilidad, porque la alternativa no es ni saludable ni recomendable.

Pero no vamos a seguir hablando de las virtudes del diálogo, sino de la difícil y complicada tarea que le espera a Pedro Sánchez. Por cierto, el presidente más denostado de los últimos cuarenta años; y todo hay que decirlo, algunas veces injustamente. Su tarea será la más difícil que ningún otro presidente haya enfrentado desde la transición.

Lo he dicho en otros artículos. Sánchez no es santo de mi devoción, porque hizo maniobras que un político no debe hacer. Sin embargo, y eso es muy importante para entender lo que está pasando, es el único interlocutor razonable y válido que hay en estos momentos para intentar resolver el conflicto catalán, con lo cual nos da la justa medida de cómo deben ser los demás.

La oposición por la derecha dice que España corre peligro. Y uno cavila que si de verdad lo creyeran así le hubieran prestado a Sánchez unos cuantos diputados para su investidura. Pero no lo hicieron. Lo que nos hace pensar que no lo creen o que la patria les trae sencillamente al pairo; la contradicción es grande.

No es bueno hablar constantemente de la patria cuando los que lo hacen se alejan de ella y de la realidad. Al fin y al cabo, las patrias no dejan de ser construcciones sociales y políticas hechas por personas; no existen patrias sin personas. 

Es cierto que Sánchez nunca tuvo mucha coherencia en su relato, eso es algo que no se puede negar. Pero ¿acaso la oposición lo tiene? Por lo que estamos viendo no. Su discurso es tan populista que si hacen lo que dicen, entonces sí que Cataluña se irá definitivamente de España. Pero eso sería un tema para otro artículo.

No sabemos si Sánchez resolverá el conflicto catalán, nadie lo puede saber, lo que sí es cierto es que él no tuvo ninguna responsabilidad en lo que allí ocurre, simplemente lo recibió como herencia política. De otros políticos que fueron bastante más incompetentes que él.

A nadie le gusta escuchar verdades. Pero mientras los que lo atacan sigan embistiendo contra todo lo que se mueve, sin aceptar que los problemas políticos se resuelven con más política, seguirán sin entender nada. Sánchez lo único que está intentando hacer es de bombero, de un incendio que provocaron otros.

Así que, lo único que resta es desearle suerte en esa difícil y complicada tarea de apagafuegos. La va a necesitar. 

Habemus presidente

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